viernes, 21 de diciembre de 2012

Oiga, usted, ¿celebramos la Navidad?


Las relaciones interpersonales suponen en todo momento una necesidad del ser humano, y le ayuda a ser feliz, o al menos a sobrellevar mejor las cargas de la rutina y los esfuerzos que la vida en sociedad les obliga a tener. Una tristeza compartida parece menos tristeza, una alegría compartida se multiplica por el número que las personas que la comparten, una preocupación compartida se hace más llevadera,... Cualquier momento compartido es siempre un mejor momento. Por ese motivo yo siempre apoyo y aplaudo cualquier iniciativa que suponga que la gente se reúna, se hable, se toque, se sienta y que, en definitiva, comparta. Y la Navidad es una de ellas, porque además conlleva el agrupamiento de elementos familiares en ocasiones distantes unos de otros precisamente por esos esfuerzos rutinarios que hablaba al principio, no ya tanto en la distancia geográfica como en la del espacio-tiempo. La humanidad va ganando terreno a las distancias geográficas con artilugios cada vez más rápidos, pero sin embargo pierde la batalla en el día a día para encontrar ese instante en el que es posible llegar a tocarse y hablarse mirándose a los ojos, sonriendo o con mueca de preocupación. A veces un amigo, un hermano, un nieto, un primo,... puede encontrarse igual de lejos en la distancia geográfica que en la del espacio-tiempo estando a cientos de kilómetros de distancia que estando a la vuelta de la esquina, provocado todo por el colapso rutinario de la falta de tiempo.

Pero esto que nos legaron como "Navidad"  rompe la rutina en pedazos y nos trae la posibilidad de gestionar nuestra vida durante unas semanas, y sobre todo recuperar, aunque solo sea por inercia o por tradición, la posibilidad de recurrir al encuentro con la familia, con toda la familia, con cualquier tipo de familia (repito: todo tipo de familia) con sus encuentros o desencuentros, para reunirnos y hablar,... y compartir.

Una familia más. ¿Por qué no?

Ese tiempo que denominamos Navidad-Añonuevo-Reyes en el que los colegios están cerrados, las fábricas haciendo inventario y cerrando el ejercicio contable, los horarios laborales cambiando (para bien unos y otros para peor), en que la gente del barrio se cruza deseándose algo bueno, sea la que sea la frase que se use, en que las casas se adornan de colores y guirnaldas de dudoso gusto (para mí, no hay nada más hortera que la decoración navideña, pero eso es cosa de gustos) Ese tiempo, como digo, no deja de ser especial y cercano, y por ese motivo lo aplaudo.

Pero el fin no justifica los medios.

Es ahora, y no antes, cuando nos acordamos de ellos...


...como si ellos (sí; no usted ni yo, sino ellos) necesitaran de nosotros (sí;... de nosotros) solo en época navideña. A todo el mundo se le emblandece el corazón cuando ve a alguien así ahora, y alguno que otro no lo hace igual en el mes de abril o en el de septiembre, o en el paseo marítimo de cualquier playa, o en la portada de la feria o en la puerta de una iglesia donde a diario pasa el organizador del belén navideño de la parroquia, sin inmutarse, o igual sí.

Y en estas fechas nos aparecen los famosos por televisión, con cara de buena gente, apoyando una campaña para que compremos un bolígrafo o un pompero solidario a cambio de un euro mientras sus fortunas se pueden estar escondiendo en paraísos fiscales (Miami, Andorra, Seychelles, Luxemburgo, Suiza, Liechtenstein,...) libres de aportación a la sociedad, cargando sobre nuestra conciencia cuando la solución está en los gobiernos del mundo y de los que realmente gobiernan a esos gobiernos del mundo y que todos sabemos quienes son.

No es que esté yo en contra de esas campañas, ni mucho menos, ya que ayudan a las personas a sentirse bien ante el prójimo, pero no dejan de ser limosnas frente a una realidad cruda y cruel. ¿Donativo? ¿Cómo que donativo? Lo que el Tercer Mundo necesita no son donativos porque están en el mismo derecho que todos a tener acceso a los recursos naturales y sociales de cualquier otro lugar del mundo. Toda persona de este mundo tiene el derecho a la alimentación, la vivienda, la educación y la sanidad, y esto sí que es algo sagrado.

Oiga, usted, ¿celebramos la Navidad?
No deja de ser paradójico... ¡qué digo!... ¡vergonzante!, que celebremos con comilonas y gastos superfluos e inútiles el nacimiento de un niño hace más de 2000 años y olvidemos que cada año mueren en nuestro entorno millones de niños por falta de alimentos.

http://www.canalsolidario.org/noticia/la-desnutricion-provoca-mas-de-la-mitad-de-las-muertes-infantiles/23379

¡Celebramos tu natividad, por supuesto!
Posiblemente parezca querer "cortar el rollo" poniendo estas imágenes y elaborando este texto, pero en realidad no lo deseo. Simplemente quiero hacer reflexionar a las personas que estáis leyendo ahora, para que saquéis vuestras conclusiones. Quizás el mundo se acabe dentro de un rato, o quizás simplemente sea el comienzo de empezar a valorar lo que realmente importa, y que los grandes almacenes se encuentren tan vacíos de personas como los estómagos de los millones de niños que el día 24 de diciembre se acostarán preguntándose si al día siguiente volverán a sentir el calor de los rayos de sol en su piel. Un sol, hoy invicto, que generosamente da su luz y energía a todos los seres vivos de este planeta sin distinción ninguna.

Feliz Deus Sol Invictus.

Felices fiestas.

Feliz Navidad.