sábado, 13 de agosto de 2011

Edimburgo, una ciudad de cuento

Las imágenes de Escocia están aún calientes en mi mente, y todavía, al cerrar los ojos, las praderas verdes y los bosques de pinos caledonios, canadienses y escandinavos se asoman a mis entendederas rezumando olor a humedad y sonidos de hojas de copas de árboles rozándose entre sí al albor de la borrasca venidera apoyada por las olas del Mar del Norte.

Hemos hecho un viaje a estas tierras bendecidas por la hierba y lo quiero compartir con quien quiera saber de estos lares de latitudes nórdicas, forma de vida sajona e influencia irlandesa latina.

Haré una serie de entradas en este blog, con diferentes temas para que, quien lo lea, sea capaz de hacerse una idea de lo que allí se cuece, de su vida, su historia y sus costumbres, y que pueda conocer un pueblo tan distinto, pero al mismo tiempo tan cercano en los avatares del vivir día a día, aunque lo hayamos visto desde una perspectiva más turística que realista. Hay mucho que contar, pero quiero empezar por la ciudad que nos ha dado su cama, su amanecer, su suelo, su comida y su techo: Edimburgo, una ciudad de cuento.

Pero no voy a caer en la tentación de contar ese cuento que conserva la ciudad, sino que voy a ser crítico, muy crítico, porque la ciudad de cuento está al alcance de todos, pero sus carencias, que siempre se esconden, no son siempre mostradas al mundo, y es ahí a donde quiero llegar; a la ciudad real, y no la mítica.

Edimburgo o Edinburgh (pronúnciese "Edinbrha'aoh") es una ciudad de menos de medio millón de habitantes y que conserva unas edificaciones propias de un país de cuento, como ya he comentado anteriormente, construídas con piedra volcánica rica en minerales que con el tiempo se oxidan y dan a los edificios una apariencia oscura, que muchos confunden con suciedad.


La ciudad se asienta en una colina que yo he sacado en conclusión que podría perfectamente ser como el esqueleto erecto de un caballo al que se le han cortado las patas y parte del bajo lomo. Imagínense dicho esqueleto apoyado en suelo plano. La cabeza sería el castillo, la espina dorsal la calle principal que ellos llaman Royal Mile (tiene una milla escocesa de longitud) y en la cola el Palacio de Holyrood, casa feudal aún en vigor. Hacia los laterales, en la grupa de dicho caballo imaginario, caerían los callejones a modo de costillas, y que ellos llaman "Close". La mayoría de estos callejones fueron anulados o sepultados en los siglos dieciocho y diecinueve, algunos de ellos mantenidos en los cimientos de las nuevas construcciones, y visitables. Para salvar los desniveles construyeron el el XIX tres puentes: North Bridge, South Bridge y George IV Bridge, que "saltan" hacia la New Town y conectan la "espina dorsal del caballo" con las zonas bajas.



Edimburgo es una ciudad de cuento...



Pero Edimburgo es una ciudad encorsetada por el tráfico. Solo existen un par de calles semi-peatonales en la zona de la New Town, la zona comercial por excelencia. En la parte antigua pueden los coches llegar hasta la mismísima puerta del castillo o hasta la mismísima puerta de la Holyroodhouse: ¡Horroroso!



Y los peatones tienen que pulsar en los semáforos para cruzar, y no tienen más de tres segundos... ¡lo juro!

Durante todo el mes de agosto tienen su Fringe Festival, que es una especie de "barra libre" cultural en el que se forman grupos para realizar sus "performances" ya sean en la calle o en pubs o lugares públicos abiertos. Algunos con mejor fortuna...


...que otros...


¡Lo que les cuesta a esta familia aplaudir!... Será por el frío y la lluvia... Digo yo.

Escocia es el país del güisqui, y de la cerveza... pero no... no se le ocurra sentarse en una terraza o meterse en el interior de un pub si es que tiene niños: "Children are not allowed". Como lo oye.

Jamás me han echado en mi vida de ningún lugar público, pero durante estos siete u ocho días en Escocia me han echado de... ¡seis lugares públicos!... ¿por qué?: Por ir acompañado de niños... Sí, como lo lee: ¡No se permiten niños en los bares, restaurantes y pubs!

Me han echado de aquí...


...y de aquí...


...y de otros sitios más. ¿Motivo?: Que llevábamos nuestros hijos menores de edad.

Me informé hablando un rato con uno de los camareros de estos restaurantes y me dijo que el gobierno les obliga a que cuando se entra en estos sitios con menores es obligatorio comer, para que los niños no aprendan a beber solo en los bares. Luego también me informé por otras vías del motivo: Es debido a la alta densidad de alcoholismo en la población escocesa, y están poniendo trabas a la juventud. Sin embargo, a mi entender, no están teniendo en cuenta que están obligando a la juventud a comer en lugares de comida basura, como Fish and Chips o Hamburgueserías (donde no se vende alcohol), y fomentan el consumo en la calle, donde se pueden ver personas altamente alcoholizadas, buscando broncas y armando líos. Yo saco mi propia conclusión: Los niños no son rentables en los restaurantes, porque no comen platos de 12 o 14 libras, sino que se conforman con menos, o incluso comparten los platos. Así que aprovechan la circunstancia y la ley para decirnos: "I am afraid, but we do not serve to families: Better go to another place".

Probablemente no han tenido en cuenta la educación, y los colegios que nacieron en el XIX para educar niños con pocas posibilidades económicas, los han covertido hoy en colegios de élite, donde solo las Libras Esterlinas, con o sin la imagen de la Reina Isabel, tienen las puertas abiertas a una educación de calidad.


En cualquier caso, fuimos a Escocia a conocer su cultura, gastronomía, y forma de vivir, así que no caímos en la tentación...

... Porque, al fin y al cabo, Edimburgo no deja de ser una ciudad... "de cuento"...



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