domingo, 16 de noviembre de 2014

La tregua de la Navidad de 1914

El "The Daily Mirror" da la noticia de la tregua no negociada.
Hace ahora cien años del inicio de una de las más cruentas guerras, si es que pueden existir baremos de comparación entre ellas, que asolaron la Tierra. Es oportuno recordar los motivos de su inicio, hora de diseccionar el desarrollo de sus operaciones militares, de recontar los millones de vidas inanemente exterminadas, de revivir momentos espeluznantes, de intentar reconstruir lugares desaparecidos bajo las bombas y la tierra por ellas removida, de rememorar instantes dolorosos de esa tragicomedia en la que participaron actores en su gran mayoría involuntarios. Es, desde luego, el momento de no olvidar... ¡de no olvidar jamás!

De todas las celebraciones que por este motivo se han ido sucediendo en el mundo, y que van a seguir haciéndolo muy probablemente hasta el próximo año de 2018 en relación a esta Primera Guerra Mundial (1914-1918), yo me voy a quedar con el recuerdo de una madrugada especial en la que el sentido común que realmente subyace en el interior del ser humano provocó uno de esos inolvidables y entrañables momentos que espontáneamente surgen cuando menos se esperan, en un lugar donde hasta la luz de la luna da miedo, y cuando solo se aspira con ilusión verla desaparecer a cambio del calor del renaciente sol en el alba.

Me refiero a la conocida como "Tregua de la Navidad de 1914". Una tregua no anunciada, que surgió de forma espontanea entre los soldados del frente de Ypres, Bridoux-Rouge (actual frontera Francia-Bélgica; localidad más cercana: Frelinghien, Francia)

Lugar del acontecimiento (1)
Lugar del acontecimiento (2)

Quizás el sitio donde ocurren los hechos de la Historia en general es lo de menos, ya que lo importante son las personas, sus sentimientos y sus vivencias, pero olvidar el entorno puede llegar a ser también injusto, pues el lugar en sí puede ser influyente en las propias personas, es decir, en la propia Historia.

La Belle Epoque

El mundo, ese mundo lamentablemente solo reconocido en su versión denominada "occidental"... prepotente, absorbente, indecente... víctima de su propio egocentrismo y de su ambición, se inventa, cuando menos lo necesitaba, una guerra que habrá de llevar a la más mísera de las miserias a millones de seres humanos, por la demostración de poder y los nacionalismos que tanta crueldad han traído, y seguirán haciéndolo, al resto de la humanidad.

Todas las naciones europeas vivían de una austeridad económica jamás antes disfrutada, salvo España, que como siempre, y aún hoy, seguía en manos de sus caciques y sus señoritos y sus terratenientes, que eran (y son) los que marcaban las pautas de supervivencia. Mientras en España las clases obreras y sus agricultores se morían de hambre y cansancio, en el resto de Europa la nueva clase científica y humanística investigaba en aeronáutica, medicina y astronomía, repuntaba en filosofía y en física cuántica, reducía el analfabetismo, creaba la cátedra de economía, y sus licenciados salían de la universidad aportando sus conocimientos a la revolución industrial que se llevaba gestando desde finales del XIX. En las empresas creadas surge el sindicalismo, la lucha por la igualdad, se ordenan derechos laborales...en fin, lo lógico.

En España, mientras tanto, la clase pudiente sigue yendo a misa todos los domingos, por si acaso, y al país se le escapa el tren de la oportunidad. Bueno, ya hay quien se ocupa de que ese tren no pare en nuestra estación.

La Revolución Industrial europea.
A pesar de todo, surge la guerra. Por un poco más de lo que tengo, por un quíteme usted de ahí esas pajas, por un dígame o un direte de cualquier estupidez, por demostrar lo que soy, o creo ser ante usted, o porque todo me importa poco, pues ya tengo de sobra. Ahí estoy yo, el primero, con mi escopeta, defendiendo lo que mis jefes (que por cierto, duermen todos los días en cama caliente, y cenan, y desayunan) digan o pretendan decir.

Se declara la guerra.

Mapa de la Primera Guerra Mundial

España se hace neutral, quizás porque nadie hubiera sido capaz de explicar por qué habría de entrar en esta guerra, y que alguien lo entendiera. (¿cómo lo iban a defender los curas en sus púlpitos?) O quizás porque bastante tenían los españoles con trabajar para sus terratenientes.

España se aprovecha de la guerra... Bueno, más bien sus señoritos, que se hacen más poderosos por las necesidades del resto de Europa. Todo redundará en... ¡No! ¡No redundará en nada!

Pues eso.

Con todo a favor; con una educación generalizada, investigación en marcha, sanidad en expansión, filosofía pluralizada, acceso a vivienda y alimentación asegurada (o casi), trabajo remunerado y ordenado, cultura y ocio en crecimiento,... (salvo España, recuerden)... ¿A quién se le ocurre provocar una guerra?

A los nacionalismos de turno.

A los serbios, a los prusianos, a los gabachos, a los rusos, a los tommies, a los poilus, a los fritzs, a los italianos, a los moros, a los vikingos, a los húngaros, a los búlgaros, a los austríacos, a los bohemios, a los bosnios, a los transilvanos, a los belgas, a los polacos...

¡Ea!: La Primera Guerra Mundial.

Diez millones de muertos.
Veinte millones de damnificados.
Ocho millones de desaparecidos

La Primera Gran Locura Mundial.

La Primera Gran Locura Mundial
Tras cada batalla los soldados que han sobrevivido y no están heridos se agrupan en sus trincheras, se arropan con mantas compartidas que mantienen el calor del compañero, se reparten los cigarrillos y los chupitos de whisky, las galletas y las onzas de chocolate. Se ríen de sus propios chistes y se lamentan de sus desgracias. Cantan canciones de sus pueblos y rezan a sus dioses que les olvidaron, sin saber por qué lo hicieron. Comparten lejanos idilios con sus esposas y novias, y algunos se sonrojan con el recuerdo de aquella lujuriosa noche jamás olvidada, anhelada, y posiblemente irrepetible. Nadie olvida su lugar de origen, su nido, su casa. Todos se preguntan qué hacen allí, y nadie les responde... ni siquiera ese dios a quien lanzó su última plegaria aquel soldado que, resuelto en sobrevivir entre cadáveres de sus compañeros, abrió la boca y alzó la vista esperanzado en que su último aliento se alimentara de las divinas alturas... todo fue en vano, pero aquel soldado murió repleto de generosidad, murió sin saber que su aportación a la Humanidad fue haber salvado a aquella niña desprotegida que el enemigo dejó en el frente, y que él protegió. Al cabo, aquella niña se hizo mujer, y parió cuatro nuevas vidas que hicieron a la Humanidad ser más humana.

Él nunca lo vio... pero ella nunca le olvidó.

Fotos de la Primera Guerra Mundial

Nadie, absolutamente nadie, ni de un bando ni de otro, pensaba que iba a pasar aquella Navidad de 1914 aún en guerra, comenzada esta en un 28 de julio. Unos porque ni siquiera se lo planteaban y otros porque, una vez comenzaba la guerra, se pensaban que aquello era solo un paseo militar, una especie de demostración testosteroniana de la capacidad de cada bando, especialmente el nuestro. Sí, el nacionalmente nuestro.

Si ahora nos paramos a desmenuzar las operaciones militares de unos y otros, en pos de la Historia, nos perderíamos en cientos y cientos de páginas y en miles y miles de palabras, puntos, comas, punticomas, dospuntos, interrogaciones, exclamaciones, aféresis, subrayados, mayúsculas, minúsculas, y etcéteras y etcéteras. Así que, y a lo que voy, me paro en lo que desde este momento importa: el ser humano.

Todos los humanos pensamos que lo importante de todo es ese ser humano, pero nadie, o muy pocos, hacen, o hacemos, por llevarlo a cabo tal cual debería ser.

Ese ser humano perdido.
En aquella situación, ninguno ganaba o perdía. El frente, ese lugar con alambradas y trincheras a un lado y al otro, separados por unos cientos de metros, lo suficientemente adecuados para tenerse controlados, tanto en vista como en oído, como lo suficientemente lejanos para asegurarse la subsistencia, se extendía desde las playas del Canal de la Mancha, hasta bien entrados los bosques de las Árdenas.

En el entorno de un lugar llamado Frelinghien, en la frontera entre Francia y Bélgica, dentro del territorio de aquella, si es que en aquellos momentos de tensión los territorios fronteras tuvieran, surge un movimiento que, visto el lugar, el momento y su influencia, habrá que dar de hablar a las retaguardias y a los centros de inteligencia de cada uno de los bandos. De repente todo se hace humano, y todo aquello que alimentaba aquella guerra, desaparece.

Al cabo, los "birds of one feather" de uno y otro bando, refutan el acto en el acto, revuelven sus tripas (algunos vomitan en sus propios pies), llaman a consultas a sus oficiales, celebran consejos de guerra, se investigan implicados, se procura oscurecer lo ocurrido... partes de guerra, fotos, dichos, información de prensa...Todo se intenta esconder a la opinión pública. Tamaña traición a la patria no puede quedar indemne.

La tregua no declarada.
Hay muchos escritos sobre el tema. Yo me voy a guiar por el extraordinario libro de Juan Eslava Galán, "La Primera Guerra Mundial contada para escépticos" (Planeta, 2014) Un libro que es capaz de contar con sentido del humor, aunque sin olvidar la parte crítica, uno de los momentos más críticos de la Humanidad.

Al parecer, la Nochebuena de ese año provoca en el frente cambios de actitud. Desde el lado alemán llega cortando la noche el sonido del villancico "Noche de Paz" (en alemán, "Stille nacht, heilige nacht"), cantado desde una trinchera sembrada de arbolillos de Navidad. Tras él los alemanes continúan con "Morgen, kinder, wird's was geben" y el pique provoca a los galeses en el lado inglés, que entonan con solemnidad su "The boar's head carol" llenándolo todo de nostalgia. Británicos y alemanes han dejado ya de ser soldados (si es que algún día lo fueron) para volver a ser personas (si es que algún día dejaron de serlo), y el nudo de la garganta no impide pasar la noche  compartiendo villancicos de trinchera a trinchera, de lado a lado.

Una vez acabada la noche, el alba hace brillar el rocío y la escarcha en el yelmo terreno que separa ambas trincheras, mientras el sonido de los villancicos de unos y otros aún retumba en colinas y bosques.

Desde la trinchera alemana, un soldado... o más bien una persona..., con un trapo blanco en la punta de un palo, abandona su línea amiga para dirigirse a la línea enemiga, con afán aún desconocido por los habitantes de la "arruga" británica, que reaccionan tornando a sus posiciones y apuntando con sus escopetas al individuo que se acerca. "Nadie debe fiarse de un fritz", recuerdan algunos las lecciones de sus "superiores", y quedan en alerta, hasta que se dan cuenta de que lo que realmente quiere el alemán es abrir paso a un paréntesis necesario entre tanto dolor, tanto sufrimiento, tanto esfuerzo, tanta pena, ¡tanta gilipollez!

Los británicos tardan en entender el mensaje, pero al fin se atreven, y salen de sus agujeros, palo y trapo blanco en mano, hacia el lugar donde se ha detenido el teutón, y observan cómo desde el otro lado, también les imitan. Ya las trincheras se van quedando vacías para reunirse en el centro de esos cientos de metros que les separan. Se miran, se hablan sin entenderse, se dan la mano y se abrazan. Se tocan, al fin. Se desean lo mejor y ríen, sí, ríen y ríen.

Se tocan, al fin.
Comparten salchichas alemanas, whisky escocés, chocolate belga, cigarrillos turcos. No se entienden hablando, lo hace por gestos, por sus risas, por sus miradas... Vuelven a ser personas.

La mañana se ha hecho dueña de la situación y el sol juega al escondite entre las nubes.

Ahora, los soldados-personas están jugando al fútbol en un terreno donde los cascotes de las vainas de obuses hacen impracticable el "terreno de juego" y las porterías están hechas con los restos de un tanque.

Partido de fútbol: británicos contra alemanes (frente de Ypres 1914)
Treinta contra treinta. El partido de fútbol se hace corto. Es el momento de aprovechar para llevarse a sus muertos tras la trinchera. Algunos de esos muertos ya no se pueden coger porque se deshacen. Da pena. Todo ha acabado. "Menos mal que el año que viene ya todo será un recuerdo", piensan muchos.

Los "jefes" están escandalizados por los hechos, y además hay fotos, cuentos, historias... "Esto no se puede permitir, es una traición a la patria. Urge tomar medidas..."

A continuación un párrafo del libro antes referenciado, y que me ha llamado especialmente la atención por lo injusto de los hechos: "Se confiscan las fotos que tomaron los soldados para perpetuar el acontecimiento (aunque alguna se filtrará a la prensa); se censuran las cartas de los que cuentan a la familia lo ocurrido el día de Navidad. Borremos este episodio, que constituye un baldón del historial del regimiento".



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