Sinagoga de Jerusalem, arcos de herradura apuntados (Praga, República Checa) |
Allá donde voy, mis escrutadores y nerviosos ojos escanean, sin solución de continuidad, los horizontes encontrados, justo como aquel fantástico lector-analizador de imágenes célebre que Arnold Schwarzenegger hizo famoso en sus películas sobre Robocop, ese robot humano salvador del mundo mundial; en mi peculiar investigación me pierdo, buscando cual vulgar friki, señales de identificación que me permitan concluir hasta qué punto, y hasta qué longitudes y latitudes, han sido capaces de llegar los tentáculos de la creación ex-novo del arte andalusí, más concretamente califal, y más afinadamente qurtubí.
No lo puedo remediar.
Cuando afrontamos el pasado 13 de agosto del 2014 la subida a las hermosas latitudes bohemias y eslavas, tan nórdicas ellas, la primera impresión en este menester que os cuento, es que la cosa iba a estar difícil, si no imposible, por lo que mi relajación se hizo evidente, y mi lector-analizador se situó en stand-by.
Sin embargo, y ¡cuál fuera mi sorpresa! (quizás por falta de información previa, culpa mía, sin ninguna duda) me fui a encontrar, casi de sopetón, con la gran impronta andalusí en esta ciudad que visitamos, y que, fíjate tú que cosas, llega a estos lugares de la mano de sefardíes.
Una serie de sensaciones y sentimientos encontrados me vinieron de repente, cerca del kafkiano monumento que se sitúa por la sinagoga. Como si Franz Kafka hiciera de las suyas.
Monumento a Franz Kafka |
Y yo allí, en un país donde la hierba crece hasta en las aceras, y los árboles suben tres plantas (¡qué envidia!), observando la decoración de aquel edificio, tan cercano y tan conocido.
El edificio de la Sinagoga Española de Praga, reconstruida en 1893, combina decoración sefardí y andalusí.
Sinagoga Española. Decoración sefardí y andalusí. |
Sefardíes son las tablas de Moisés y la estrella de ocho puntas rodeada de celosías entrelazadas y colmatada interiormente con decoración de hojas y flores. Esta decoración rodea todo el friso de la primera planta. Andalusíes son las almenillas de nueve puntas en los remates superiores, y de cinco en los intermedios y bajos, copias de las de la Mezquita de Córdoba (que los constructores de esta copiaron la de Damasco en el siglo VIII) pero con calados de flores; y los arcos de herradura, con triple columna de capiteles corintios.
Sinagoga sefardí-andalusí. |
Del interior habría que destacar más influencia sefardí-andalusí. En general recuerda a la decoración de la sinagoga toledana del Tránsito, pero con menos acierto.
Interior de la Sinagoga Española (Praga) |
Una serie de elementos simbólicos, recordatorios de la religión que aquí se profesa quedan atrás con sus prejuicios y perjuicios, como (una vez más) elementos lamentables de la deformación mental del ser humano ante sus miedos esotéricos más profundos. Por lo cual, todo lo demás, sobra... No digo más.
Y resulta que, después de ver esta construcción tan cercana a mi tierra andalusí, me encuentro con otra que viene a ser de lo mismo, mostrándose de lo mismo y con intenciones de lo mismo. Otra sinagoga: La Sinagoga de Jerusalem, allá cercana a la Estación Central de tren, en la Ciudad Nueva de Praga.
Sinagoga de Jerusalem o del Jubileo (Praga) |
Del arte califal recoge las dovelas alternadas rojas y blancas (en este caso amarillas en vez de blancas, como la bandera de España o de Catalunya o Aragón), y además a los arcos de herradura les da un toque apuntado, que los deforma en su clave. La combinación de azules, amarillos, rojos y dorados es absolutamente horrible. La estrella de ocho puntas, a modo de rosetón gótico, embutida en una especie de habitáculo en arco de herradura con impostas azuladas parece el ojo de Sauron, y da la sensación de que en algún momento va a escupir algo.
No he visto un edificio más horrible que este.
Que Dios, Jesucristo, Alláh, Mahoma, Jahvé, Anás o Caifás, o Maradona les perdone.
En cualquier caso, ha sido divertido encontrar, a dos mil kilómetros de distancia allende el norte, imágenes que me recuerdan la grandeza de lo que un día hubo en mi ciudad qurtubana, y que fue capaz de exportar a sitios tan lejanos como este sus ideas y gustos.
Hubo algún edificio que recordaba las formas, pero no llegó a la altura de ganarse el premio.
Edificio en la orilla derecha del Moldava (Praga) |
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