viernes, 13 de enero de 2012
Paseo por la Sierra de Córdoba
Si Córdoba es una ciudad monumental e histórica, de filosofía de vida y pensadores, filón de estudiosos de ciencias y artes, o cuna de creadores, no se concebiría nada de ello si no fuera, en gran parte, por su entorno. Una abundante Campiña al sur; un río Guadalquivir que parte en dos su Valle, alimentándolo con sus sedimentos; y una hermosa Sierra baja, morena, pobre en riqueza de suelo pero rica en vegetación y bosque mediterráneo, que protege la ciudad, que se pega a ella, de los fríos vientos del norte, y que se abre hacia el sur con sus coluviones o terrazas, haciendo las delicias de los autóctonos en cualquier época del año, aunque especialmente en verano.
El monte más alto de la Sierra de Córdoba, Torre Árboles, en las cercanías de la barriada periférica de Cerro Muriano, solo tiene 693 metros de altura, pero su visión desde la ciudad lo hace austero y prepotente, con su forma triangular.
Más cercano a la ciudad se encuentra el Cerro de la Cárcel, en cuya cumbre se aposentan Las Ermitas, trece son, con su estatua del Sagrado Corazón de Jesús, una congregación de religiosos que ocupa el lugar desde el siglo IV. Este cerro empinado tiene su falda en los terrenos de la Albaida, que hace millones de años fue la playa del Mar_de_Tetis, y cuyas olas rompían en sus acantilados.
Desde aquí, desde esta playa, la subida a Las Ermitas tiene una ruta senderista hermosa (especialmente en primavera porque acompañan los olores de las jaras), divertida y con unas vistas que pueden llegar hasta Sierra Nevada, si el tiempo y la contaminación lo permiten.
Partiendo desde este lugar verdoso y pedroso, aposento de acueductos romanos y andalusíes (probablemente ya perdidos gracias a los promotores de viviendas "preciosas") y pista de despeje y aterrizaje de los aficionados a los paramotores, comienza la ruta atravesando un bosque de encinas que alguien con criterio, y aún así no públicamente expuesto, denominó con lógica "El Bosque de las Bellotas"; ese fue mi hijo, cuando tenía siete años e hicimos nuestro primer "paseo a Las Ermitas".
Sin que las encinas nos abandonen, comienzan después una serie de poblaciones de aligustres y bosque bajo que conforman el camino que sube hasta la cumbre.
El camino se va complicando algo más conforme se avanza.
Pero no excesivamente, y además, las vistas de la Vega del Guadalquivir y de la Campiña, compensan el esfuerzo.
Se puede llegar a ver hasta Sierra Nevada, pero eso solo es en días concretos. Sin embargo, el pueblo, montaña y castillo de Almodóvar marca la silueta en el horizonte siempre que no esté nublado.
Poco a poco, la silueta de la estatua del Sagrado Corazón de Jesús de Las Ermitas, se va haciendo cada vez más cercana.
Y después de la "Cuesta del Zapato" (miren ustedes por donde a mi hijo se le cayó la zapatilla y le puso ese nombre, así que, eso es lo que hay; y a quien no le guste, que arree)
Concluimos la primera etapa, que se sitúa en la entrada a la "Cuesta del Reventón", aquella que los piconeros de Santa Marina subían cantando para hacer picón, como decía el villancico de Ramón Medina.
La mayoría de las fotos de esta entrada son del mes de marzo del año 2007, pero hace solo unos días, concretamente el día 4 de enero, volvimos por cuarta vez a hacer el recorrido que entonces para nosotros fue memorable, y al encumbrar la primera etapa, si aquel día pudimos hacer esta foto...
...en esta última visita, lo que vimos fue esto:
Y esto:
¿Quién ha sido el "inadjetivable" que se he preocupado de subirse a la montaña a deshacerse de esto...?
¿Acaso no conoce que existen varios "puntos verdes" en nuestra ciudad para hacerlo sin coste alguno? ¿Es necesario romper el paisaje y el entorno? ¿Es que no sabe leer?
¿...o no comprende...?
En cualquier caso, la sierra cordobesa siempre supera en belleza y generosidad a quienes "la usan" sin comprenderla, y les ignora, y nos regala estampas, tactos y aromas como estos:
¿Acaso no lo hueles...?
Sí. A tiro de piedra de nuestras casas, a pie, tenemos un paraíso, algo que no todos pueden decir. O lo cuidamos, o lo convertimos en infierno, o en viviendas con cochera y trastero, aunque sin olores a Sierra de Córdoba, ni madroños, ni romero, ni poleo, ni níscalos, ni orégano... Habrá que elegir.
Próximamente, segunda etapa: Cuesta del Reventón-Las Ermitas. En este blog: ¡no se lo pierda!
Me encanta el recorrido, Paco y yo lo hemos echo muchas veces, la verdad es que tenemos una sierra preciosa para recorrerla andando, con un buen calzado y palo en mano, que ayuda bastante, a mi también me da mucha pena comprobar el in-civismo de algunas personas con la naturaleza, y lo peor es que no sabemos que hacer, como no sea campañas para que la gente se conciencie.
ResponderEliminarSaludos José Manuel.
Querida Conchi,
ResponderEliminarNo hay nada más que la educación por hacer. En la última excursión que hicimos, el pasado 4 de enero, con cuatro niños menores de 13 años, NINGUNO de ellos dejó el más mínimo rastro en la montaña, y eso que fuimos con bocata, zumos, botellas de agua y galletas liadas en plásticos. TODO LO SOBRANTE, regresó a casa, a la bolsa de basura correspondiente.
Somos nosotros, junto con la educación pública, los que tenemos la responsabilidad de hacer ver a nuestros hijos lo que deben hacer.
Y la verdad: no es tan difícil.