viernes, 29 de abril de 2016

Conociendo Córdoba. 3. Colonia Patricia; del anfiteatro al circo

Templo Romano y Ayuntamiento.
INTRODUCCIÓN A LA SERIE:

La serie "Conociendo Córdoba" la componen varios artículos que describen el urbanismo, el caserío y los hitos que uno se puede encontrar paseando por las calles y plazas de esta milenaria ciudad. No se trata de una guía turística propiamente dicha, y de hecho, no está dirigida al turista en sí, a quien emplazo, por otro lado, a contactar con agentes y empresas profesionalizadas del sector, que le darán más cumplida información que esta que aquí se encuentra; sino más bien a aquellos autóctonos y residentes que suelen "pasear y pasar" por estas calles sin detenerse a contemplar con más detenimiento y con más curiosidad el entorno que les rodea. He pretendido dar una información muy sucinta, simplemente interesante, para no caer en la pesadez del exceso de datos, para lo cual procuro colocar algún enlace que lo complete, si el lector considera oportuno. Para un mejor desarrollo de los paseos o rutas, he cuarteado el recinto histórico de la ciudad en tantos cuarteles como paseos he considerado para una mejor comprensión, siendo cada uno de ellos una ruta "circular" con inicio y fin en el mismo punto. Por último, me he permitido la osadía de clasificar con una estrella (*) algunos lugares o sitios concretos donde he creído que merece la pena llamar la atención del lector por su importancia histórica o artística, y siempre bajo mi propio criterio, que no deja de ser un criterio más dentro del mundo de los gustos. No trae esta serie de artículos nada nuevo de lo que ya se conoce, pero pretende ser una herramienta útil y práctica para un mejor conocimiento del entorno histórico-artístico que compone el enorme "casco viejo" de esta ciudad mía, y suya. Espero que les guste.

Capítulo 1: Al-Ándalus, Sefarad y Castilla.
Capítulo 2: La zona comercial medieval
Capítulo 4: El Trascastillo y al norte de la castiza Axerquía
Capítulo 5: Santiago, el barrio mozárabe y al-Mugira
Capítulo 6: Fuera del Casco Histórico y algo del término municipal

INTRODUCCIÓN AL CAPÍTULO 3:

En este tercer capítulo, el recorrido propuesto invade las calles y plazas que en la ciudad actual se les conoce como "centro", por ser la zona del casco histórico donde se proyecta, desde finales del siglo XIX, la apertura de nuevas calles, alineaciones y ensanches, con la intención de favorecer la actividad comercial y crear un núcleo donde la floreciente burguesía demuestre su poder. Calles y plazas nuevas como Claudio Marcelo, José Cruz Conde o Tendillas, con las tendencias arquitectónicas modernistas como dominadoras, comparten espacios con otros rincones recoletos y callejuelas quebradas y edificios medievales, renacentistas y barrocos, que retrotraen a otras sensaciones. Pero, como el propio título del capítulo sugiere, quiero resaltar que es precisamente este el lugar donde se produjo en el siglo II antes de nuestra era, la fundación del campamento-ciudadela de Corduba en la época republicana romana, aprovechando el altozano que aquí se forma. De esta "urbs quadrata" la ciudad pasará en época imperial, por medio de Julio César, a convertirse en Colonia Patricia, ampliando el caserío por el sur hasta el río, y construyendo los edificios públicos habituales. Aquí, partiendo de uno de ellos ubicado en el suburbio occidental, el anfiteatro, recorremos esta parte norte penetrando en la Ciudadela romana, Madinat andalusí o Villa castellana, para llegar a tocar las arenas del circo, en el entonces cercano suburbio oriental, y regresar de nuevo al punto de partida.

3.- COLONIA PATRICIA; DEL ANFITEATRO AL CIRCO.

En la parte más a levante de la Avenida de Medina Azahara, en la acera sur, se encuentra el edificio que probablemente más destaque en la ciudad dentro del grupo de construcciones de estilo regionalista, por su grandeza y espectacularidad. Diseñado por el arquitecto Gonzalo Domínguez Espúñez en 1914, y acabado en el aciago año de 1936, fue sede de la antigua y prestigiosa Facultad de Veterinaria de Córdoba (*), y hoy lo es del Rectorado. En la decoración de su fachada, a la que anteceden unos hermosos jardines muy del mismo estilo, destaca lo neomudéjar, con referencias califales que se mezclan con algunos elementos goticistas o incluso renacentistas.

Facultad de Veterinaria (1914) actual Rectorado.
Dentro de los jardines se halla la estatua dedicada al humanista Rafael Castejón, obra de Juan Polo Velasco, de 1985.

Monumento a Rafael Castejón, en los jardines del Rectorado.
Esta joya arquitectónica esconde debajo de ella, y en sus alrededores, los restos de otra joya mucho más antigua, esta del siglo I: el Anfiteatro de Corduba, actualmente en estudio y puesta en valor, y del que se conserva solo una parte, pero que da una idea de la grandeza que debió tener el edificio. Con capacidad para un mínimo de 30.000 espectadores, alojados en una grada de unos veinte metros de altura, fue el centro de un "vicus", o barriada, donde vivió una población relacionada directamente con las necesidades y vivencias de este edificio público.

Restos de cloacas de una calle perteneciente al vicus romano cercano al Anfiteatro de Corduba.
Tomando la dirección hacia la ciudad, hacia el casco antiguo, hacia oriente o levante, cruzamos la avenida que Córdoba dedica al país hermano de la República Argentina, donde se encuentra una de las otras Córdoba que hay por el mundo; la que cuadruplica en habitantes a la que en este artículo nos ocupa, y que fuera fundada dieciocho siglos después que la primera por un sevillano casado con una cordobesa.

Atravesando una calzada de varios carriles para vehículos a motor, saltamos a un paseo peatonal con kioskos portátiles de venta a ambos lados, que separa los jardines de la Victoria a la derecha, que veremos al final del recorrido, y los del Duque de Rivas a la izquierda, en el que nos introducimos para disfrutarlos. Fueron diseñados en 1892. En el centro de los mismos se levanta una bien conseguida estatua dedicada al escritor cordobés Ángel de Saavedra, el Duque de Rivas, obra del afamado escultor Mariano Benlliure, fechada en 1928, y en la que se adivina su reconocido estilo. Completando el escenario se levanta al año siguiente una pérgola de estilo neoclásico como fondo a la propia estatua.

Monumento al Duque de Rivas (1928) con parte de la Pérgola (1929) al fondo.
Hacia el norte saltamos ahora a los Jardines de la Agricultura (*), conocido por los cordobeses como de los Patos, inaugurados en plena ocupación francesa, en 1811, siendo los primeros jardines públicos que tuvo la ciudad, y en los que encontraremos bastantes estatuas e hitos interesantes donde dirigir nuestra mirada.

Jardines de la Agricultura, o de Los Patos (1811)
Si nos desviamos un poco hasta el lado oriental de los jardines, en la Avenida de Cervantes, veremos el chalé que el famoso torero cordobés, Manuel Rodríguez Sánchez, Manolete, tenía en este lado de la ciudad desde 1942, construido por Juan Tejón y Marín en 1890.

Chalet del torero Manolete.
En su extremo sur, junto al antiguo Bar Playa, destaca (por los motivos estéticos que el lector quiera subrayar) el monumento dedicado al pintor Julio Romero de Torres, obra fechada en 1940 y firmada por el escultor Juan Cristóbal González.

Monumento a Julio Romero de Torres (Juan Cristóbal González, 1940)
De regreso a los Jardines del Duque de Rivas por su lateral oriental, llegaremos al parque arqueológico integrado de los Mausoleos Romanos de la Puerta de Gallegos (*). Se trata de dos monumentos funerarios situados en las afueras de la puerta desde donde salía la calzada, aún visible, que llevaba hasta Híspalis (Sevilla). Una acertada puesta en valor permite hoy darnos una idea de cómo era la zona que, rodeada de tumbas, llegaba hasta el antes comentado anfiteatro.

Mausoleos y calzada a Híspalis. Al fondo, la entrada a la ciudad por Puerta de Gallegos.
Cruzando la Avenida de la Victoria, nos introducimos ahora en la ciudad antigua por la que fuera la Porta Sinistra en época romana, tanto republicana como imperial, y que daba acceso al decumanus maximus, o calle principal que cruzaba la población de oeste a este. La dicha puerta se llamó desde época medieval de Gallegos (quizás porque por ella entraron las tropas de gallegos que acompañaban al Rey Fernando III en 1236 cuando la conquista de la ciudad), y fue derribada en 1863, después de más de un siglo de resistir tras los desperfectos que le ocasionó el terremoto de 1755. Hoy solo nos queda alguna foto de aquella época o su reconstrucción virtual.

Puerta de Gallegos poco antes de su derribo (foto de internet)
Penetramos pues en la Urbs romana a través de su Porta Sinistra para acceder a su Decumanus, por la actual Calle Concepción, llamada así por el hoy desaparecido convento que allí hubo. Ya aquí se nota esa influencia modernista de los primeros años del siglo XX en algunos de los edificios, como el de la Casa Hoces Losada, del arquitecto Félix Hernández, que hace esquina con la Calle Uceda, por la que precisamente nos escapamos. La callejuela se tuerce, a derecha primero y después a izquierda, como los azucaques y azonaicas de época andalusí, para luego, a la derecha, encontrase con la que Córdoba dedica al filósofo e historiador Menéndez Pelayo. Aquí primero se halla la Ermita de la Alegría, construida en 1703, atribuida al arquitecto Francisco Hurtado Izquierdo, y en cuyo interior cabe resaltar una hermosa decoración barroca, y en especial la cúpula elíptica.

Cúpula de la Ermita de la Alegría (1703)
Hacia la izquierda, unos pasos más adelante, se abre la Plaza de San Ignacio de Loyola, también conocida antaño como del Ángel (por tener en el rincón un Triunfo de San Rafael, hoy en la Plaza del Potro), y por la de San Hipólito, pues precisamente nos encontramos a las puertas de la Colegiata de San Hipólito, un edificio que comenzó a construirse en 1343, y que acabó en 1773, es decir, 430 años después, aunque parece ser que su torre aún está pendiente de finalizar. Fue el Rey Alfonso XI quien la mandó a construir como acto de agradecimiento por su victoria sobre los benimerines norteafricanos en la batalla del Salado. Hoy solo la cabecera y el crucero, que sirve de enterramiento para los reyes Alfonso XI y su padre Fernando IV son de la época medieval, mientras que el resto es del siglo XVIII. Destaca de esta época la portada principal, de estilo barroco, edificada en 1730.

Portada principal de la Iglesia de San Hipólito (1730)
Bordeamos la iglesia por la Calle de Don Alonso de Aguilar, singular y destacado personaje de la época medieval, y allí encontraremos la torre y parte del exterior norte de la iglesia y del claustro de la Colegiata.

Torre de la Iglesia de San Hipólito (1773, inacabada)
Seguimos bordeando la construcción para observar la portada barroca trasera de la Colegiata que da al claustro y donde se encuentra el sepulcro, de obra anónima de 1620, del historiador Ambrosio de Morales.

Portada barroca trasera de la Colegiata de San Hipólito.
Hemos salido al Paseo del Gran Capitán, pero como lo comentaremos luego, continuamos bordeando la Iglesia de San Hipólito para volver a introducirnos en la Calle de Menéndez Pelayo, y encontrarnos con la entrada principal del Gran Teatro de Córdoba, que es la fachada que menos luce de este edificio ecléctico, por estar más escondida, en cuyo interior resalta la típica sala de influencia italiana, en forma de herradura, ideada por Amadeo Rodríguez en 1873.

Interior del Gran Teatro de Córdoba (Amadeo Rodríguez, 1873)
A la izquierda, la Calle de José Zorrilla, donde da el lateral occidental del Gran Teatro, nos lleva hasta una de las parroquias que Fernando III fundara en la ciudad en 1236, tras su conquista, y nuestra vista se deja llevar por el atractivo de su torre, que se asoma allá al fondo. Es obra singular del siglo XV, y el primer cuerpo corresponde al alminar de la que fuera mezquita, mientras que el segundo es poligonal, rematado por moldura de arquillos ciegos coronados por crestería floral. La corona un campanario barroco. Se trata de la torre de la Iglesia de San Nicolás, a quien se le da el apellido de la Villa para diferenciarla de aquella del mismo nombre que en el barrio de San Pedro se apellida de la Axerquía, y de la que hoy solo quedan sus restos.

La Iglesia de San Nicolás de la Villa (*) fue transformada en su orientación de tal forma que hoy, la que fuera portada principal, está cegada, convirtiendo a una de las laterales, la que da al Paseo del Gran Capitán, en la de ingreso habitual. Todo, tanto su interior como su exterior, obra del siglo XVI, tiene la impronta de los grandes arquitectos de la época, como los famosos de su saga, Hernán Ruíz el Joven (portada norte y capilla bautismal) y su hijo Hernán Ruíz III (sacristía) El templo merece una detenida visita para observar y disfrutar de su edificación y decoración, muy particular y bien conservada.

Torre y portada norte de la Iglesia de San Nicolás de la Villa.
Por la Calle Torre de San Nicolás, llegamos a la portada sur de la iglesia, la más antigua, de estilo gótico-mudéjar, procedente de la época de su construcción, con arco apuntado, abocinado, y bajo un pórtico con arcos de medio punto y columnas y capiteles de acarreo, es decir, aprovechados de edificios más antiguos.

Portada sur de la iglesia de San Nicolás de la Villa.
Vamos a darle la vuelta a la iglesia de San Nicolás desde el recoleto jardín donde ahora nos encontramos, pero antes habremos de observar una portada manierista que nos llama la atención desde el testero oriental de la plazuela. Pertenece al que fuera Hospital de Antón Cabrera, o de la Concepción, creado en 1505 y modificado posteriormente, que en su interior aún conserva los arcos mudéjares de ladrillo sobre columnas de acarreo en el primer patio.

Hospital de Antón Cabrera.
Dejando atrás la Calle de San Felipe, y a nuestra izquierda la fachada de la cegada puerta principal de San Nicolás, entramos de lleno ya en el Paseo del Gran Capitán, también llamado Boulevard, que es consecuencia de la antedicha nueva situación social de revalorización de la zona. En 1862, el arquitecto Pedro Nolasco Meléndez diseña la apertura de esta nueva calle, rompiendo el entramado urbano medieval, y creando un ancho paseo lineal que apunta hacia la nueva estación del ferrocarril, instalada desde 1859.

Unas obras para un aparcamiento subterráneo realizadas en 1985, quedan paralizadas tras el descubrimiento de unos restos arqueológicos de una edificación de época romana, que son posteriormente cubiertos para ser protegidos, y la construcción del aparcamiento cancelada "sine die".

Restos romanos del Paseo Gran Capitán (1985). Foto de internet.
De aquel momento decimonónico solo nos queda la fachada más vistosa del Gran Teatro de Córdoba. Del resto de edificios, que en su mayoría son modernos, cabrían destacar por su peculiaridad y antigüedad, el número 6, en la acera de enfrente a aquel, que pertenece al ayuntamiento, y cuya portada nos muestra el estilo regionalista en el que lo construyó Antonio Ferreras; el Antiguo Banco de España (*) de estilo neoclasicista realizado por Secundino Zuazo en 1935, con una fantástica composición en la fachada, y entrada en recodo que se basa en la arquitectura andalusí; y casi frente a él el conocido como Edificio del Sindicato, porque fue sede del Sindicato Vertical, y que fue levantado en los años 40 sobre un antiguo palacete, del cual quedan las dos primeras plantas.

Edificio regionalista del Ayuntamiento (Antonio Ferreras)

Banco de España (Secundino Zuazo, 1935)

Edificio de los Sindicatos
Haciendo esquina con la Ronda de los Tejares, en el lado occidental del Paseo del Gran Capitán, se encuentra el moderno edificio que el estudio del arquitecto Rafael de la Hoz diseñara para la desaparecida Caja de Ahorros Provincial de Córdoba en 1987, y que a través de sus cristales expone la cimentación de parte de la muralla romana que por aquí cerraba la urbs quadrata de Corduba. Rompemos virtualmente dicha muralla y salimos de la urbe romana para observarla desde fuera.

Muralla romana, integrada en el edificio de Cajasur.
En dirección norte, entramos en lo que fuera el suburbium romano, y que en 1908 se convierte en el primer ensanche de la ciudad. En la acera de enfrente de la Ronda de los Tejares (llamada así por ser el lugar donde tuvieran históricamente sus fábricas los de este gremio) un conocido centro comercial ocupa el lugar de la hoy desaparecida Plaza de Toros de los Tejares. Es el inicio de la "conversión" en Avenida del antes comentado Paseo del Gran Capitán. En esta zona queda clara la presencia de las construcciones modernistas de la época, cabiendo destacar el edificio del número 22 (Café Gaudí), 20, 26 ó 28, entre otras, pero sobre todo, el hermoso palacete de Teófilo Álvarez Cid, hoy Colegio de Arquitectos (*), y diseñado en 1907 por Adolfo de Castineyra, responsable de la urbanización de todo el ensanche.

Palacio de Teófilo Álvarez Cid (Adolfo de Castineyra, 1907)
Hacia la derecha por la Calle Reyes Católicos nos desviamos deleitándonos con la fachada sur del edificio, buscando el pasaje que nos devuelva de nuevo a la Ronda de los Tejares, donde cruzaremos para volver a penetrar en la Ciudadela romana de Corduba "rompiendo" otra vez su muralla.

La de Cruz Conde, en la que entramos, es otra de las calles que se abren de manera lineal en el entramado urbano de esta histórica ciudad. Sus numerosas callejuelas y barreras sin salida quedaron anuladas con esta ancha calle rectilínea, y de ellas solo quedan sus nombres y marcas en el pavimento tras su acertadísima peatonalización, que nos va a permitir observar los edificios que antes el tráfico de vehículos no nos dejaba disfrutar. Precisamente la primera marca que se encuentra señalada en el suelo al entrar desde el norte a la Calle Cruz Conde es la del lugar donde se encontraba (y sus cimientos aún se encuentran enterrados) la muralla norte de la urbe romana de la Corduba republicana.

Marca de la muralla romana en el pavimento de la Calle Cruz Conde
A diferencia de la Avenida del Gran Capitán, en la Calle Cruz Conde sí que nos han llegado la mayoría de las construcciones originales, casi todas ellas de estilo modernista, por lo que conviene levantar la vista y observarlas detenidamente, pues muchas de ellas son hermosos edificios obras de afamados y prestigiosos arquitectos como Víctor Escribano Ucelay, Enrique Tienda Pesquero, Francisco Azorín Izquierdo, Félix Hernández, Manuel López Mora, Aurelio Gómez Millán, Rafael de la Hoz, Enrique García Sanz o Juan Bautista Caballero. Por destacar alguno, los números 22, 20, 17, 16 (obra de gran majestuosidad),15 (Edificio de Correos, 1945) ó 9.

Casa de la Calle José Cruz Conde, nº 16
Edificio de Correos (1945)
Abandonaremos la Calle Cruz Conde girando a la izquierda por la Calle Góngora para llegar al cruce que esta hace con la que la ciudad dedica al historiador y cronista Teodomiro Ramírez de Arellano. Es pertinente detenerse un momento aquí, pues estamos dentro del que fuera el Foro Romano de Corduba, en un punto donde desembocaba el cardo maximus desde el norte. La gran plaza donde se impartía justicia, se celebraban audiencias, se hacían proclamas o se hablaba de filosofía. El corazón de la urbe romana cordubensis.

Situación Foro colonial Corduba (foto Google Earth y posterior modificación)
Continuando hacia el este por la Calle Góngora desembocaremos en una confluencia de calles que podrían formar una plaza si no fuese porque su parte central lo ocupa, de manera exenta, una de las construcciones religiosas más auténticas y hermosas de esta ciudad: la Iglesia de San Miguel (*). Sobre la cimentación de una mezquita andalusí se construye en el siglo XIII esta bien conservada iglesia gótico-mudéjar. De su fachada resaltar el elaborado rosetón y el arco apuntado cubierto por tejaroz. En el lado derecho se abre una hermosa puerta mudéjar con arco de herradura apuntado, enmarcado por un alfiz y cubierto también por un tejaroz. La torre es de 1749, y del interior conviene observar el artesonado con bóvedas de crucería, la Capilla de los Vargas, obra mudéjar del siglo XV, y el retablo mayor, de mármol, realizado en 1701.

Iglesia de San Miguel (siglo XIII)
Rosetón mudéjar de la Iglesia de San Miguel.
Vamos a bordear la iglesia por su lado izquierdo, y aquí veremos una pequeña placita que corresponde al que fuera cementerio de la parroquia, algo que ocurre en todas las de la ciudad hasta la llegada de los franceses en 1808, que lo prohíben por motivos sanitarios y promueven la construcción de cementerios en el extrarradio. A este lado, la iglesia nos presenta una arcaica portada de los inicios del gótico, con capiteles vegetales.

Justo detrás de la iglesia, una callejuela lleva el nombre de la ermita de un antiguo hospital que allí hubo durante muchos años, y de la que hoy queda aún en pie su fachada. Están dedicadas ambas (ermita y calle) al mártir católico San Zoilo. La portada que queda es de estilo barroco, construida en 1740.

Portada barroca de la Ermita de San Zoylo (1740)
Volvemos a la espalda de San Miguel, pasando por delante de la antigua Taberna del Pisto, para torcer por la Calle Barqueros, que nos lleva hasta la Plaza del Mármol de Bañuelos, donde un tiempo hubo una columna romana que se supone fue en la que estuvo amarrado el antes comentado mártir católico San Zoilo mientras lo torturaban, de ahí el nombre de "mármol". Lo de "Bañuelos" viene del apellido de los que habitaban una hermosa casa que fue derribada en 1917 para ampliar precisamente la plaza.

Si unos metros más atrás estuvimos en la desembocadura del cardo maximus en su confluencia con el foro romano colonial de Corduba, ahora giramos hacia oriente tomando de nuevo la vía principal del decumanus de la urbe cordubensis (o al menos una de las que se documentan como principales), y que es la actual Calle de Alfonso XIII. Al poco de entrar en ella, a nuestra izquierda se ve una recoleta placita en la que se puede ver la estatua del Obispo Osio, realizada por Lorenzo Coullant Valera en 1925.

Estatua del Obispo Osio (256-357), de Coullant Valera (1925)
Una portada barroca de arco de medio punto coronada por frontón mixtilíneo, da acceso a la iglesia del Convento de las Capuchinas, edificio que se encuentra situado en el que fuera uno de los palacios del Duque de Sessa y Baena, y Condes de Cabra, y cuyos restos mudéjares aún se pueden ver en sus dependencias. Destacan el compás, el claustro, con materiales de acarreo, la galería occidental y sobre todo el salón del conde, con influencias andalusíes, que posee portada geminada con arcos de herradura y artesonado mudéjar con escudos familiares. La iglesia tiene también, entre otros elementos del mismo estilo, el retablo barroco.

Iglesia de las Capuchinas
Algo más al este se sitúa el Círculo de la Amistad (*), edificio levantado entre 1850 y 1853 en el lugar donde estuvo el Convento de las Nieves, fundado en 1532, y del que aún se mantiene el claustro, obra atribuible a Hernán Ruíz III. La fachada, ecléctica, es del año 1928, y de su interior habría que destacar la escalera imperial, decorada con cuadros de Julio Romero de Torres, y sobre todo el Salón Liceo, de 1867, de influencia francesa, y en el que se ven cuadros románticos dentro del historicismo tan de moda por aquel tiempo, y realizados por José Rodríguez Losada, salvo el techo, pintado por los hermanos Fernández Alvarado, y que representan a la Danza, la Música, la Pintura, la Poesía y la Escultura. Cabe recordar que fue en este salón donde el Rey Alfonso XIII dio aquel famoso discurso en 1921 que levantó tantas ampollas, y que acabó con el golpe militar de Primo de Rivera dos años después.

Antiguo claustro renacentista del Círculo de la Amistad (1532)
Salón Liceo del Círculo de la Amistad (1867)
Unos metros más adelante llama la atención el potente balcón que sobresale de la portada del hoy Instituto Politécnico Maimónides, un edificio construido en 1907 por Adolfo Castiñeyra en su estilo modernista, en el solar del que fuera Palacio del Duque de Almodóvar, para instalar en él el Gobierno Civil y Diputación Provincial, algo que ocurre hasta el año 1985. La de la Calle Carbonell y Morand presenta fachada unificada con detalles decorativos eclécticos muy típicos del autor.

Antiguo Gobierno Civil y Diputación (Adolfo Castiñeyra, 1907)
Precisamente en esa misma calle, en la parte más al norte, pero en la acera de la derecha, está el Convento del Císter, cuya iglesia, construida en 1725 muestra fachada barroca a su exterior, y en su interior, con retablo y pinturas barrocas, destaca la cúpula oval del crucero.

Iglesia del Císter (1725)
La Plaza del Cardenal Toledo, donde un tiempo estuvo el Convento de las Dueñas, se crea en 1869 el que hoy es un hermoso jardín con una fuente en el centro, obra esta de Víctor Escribano, de 1945. Merece la pena una parada aquí y disfrutar del lugar antes de volver por el mismo camino, dirección de nuevo a la Calle Alfonso XIII.

Jardín de las Dueñas (1869)
Al llegar de nuevo a la Calle Alfonso XIII, giraremos a la izquierda para llegar a un lugar donde estuvo una de las puertas de la ciudad donde moría el decumano. Se trata de la Puerta de Roma, en la época de la Corduba romana, y que luego se llamaría también Puerta de Hierro o Puerta del Salvador, y era desde donde partía la Via Augusta (hoy calle de San Pablo), una de las calzadas más importantes del imperio, que unía Roma con Cádiz.

Estamos en un lateral del Ayuntamiento de Córdoba, por eso la calle a la que llegamos se llama de Capitulares. Enfrente se encuentra la portada barroca con columnas salomónicas, de 1706, que da acceso al compás del que fuera convento, hoy ya solo Iglesia de San Pablo (*), fundado en 1237, y del que queda también algún que otro digno resto para observar, que veremos más adelante.

Portada del Compás de San Pablo (1706)
De la iglesia, de dimensiones casi catedralicias, más por su exterior, que queda embutido por las construcciones aledañas, sino por su interior, caben destacar la portada manierista; el artesonado mudéjar de la cubierta de la nave central, de 1536; las capillas de las Ánimas y de San José, en el lado izquierdo, de 1405, con cúpula octogonal sobre trompas y elementos mudéjares; la sala capitular, construcción almohade aún no muy clara su función, con cúpula de arcos entrecruzados; la capilla del Rosario, de 1409, aunque en el siglo XVIII se construye el suntuoso camarín circular, recubierto de mármoles de colores; y la capilla del Cristo de la Expiración, de 1484, muy restaurada por Adolfo Castiñeyra y Mateo Inurria a principios del siglo XX. Precisamente el titular de la capilla es obra de calidad atribuible al escultor Pedro de Mena o su entorno.

Portada de la Iglesia de San Pablo (S. XVI)
Saliendo por la puerta lateral llegamos a la Calle de San Pablo, la que antes hemos identificado como la Via Augusta. Hemos salido de la ciudadela fundacional romana y pisamos una de las calzadas más importantes del imperio. Nos alejamos de la ciudad, y mientras lo hacemos nos es difícil imaginar el aspecto que entonces tendría la zona por muchos esfuerzos que los arqueólogos e historiadores hagan por hacérnoslo más fácil. Entre la antes comentada Puerta de Roma, con sus murallas y torres, la posible presencia del acueducto Aqua Nova Domitiana Augusta que abastecía la ciudad, ya sea en altura o de modo subterráneo, y que podría correr en dirección de la Calle de la Feria, la propia calzada de grandes piedras, con las tumbas y mausoleos a los laterales de la misma, y sobre todo la fachada del Circo Romano de Corduba, al sur de la calzada. Ya la comentada Iglesia de San Pablo ocupa una parte de este impresionante circo del que tanto nos queda por conocer. Por ahora, habrá que imaginarse, mientras recorremos la calle de San Pablo hacia el este, cómo sería esta fachada norte de este circo, que se presentaba a nuestro lado derecho.

Lateral del acceso a la Iglesia de San Pablo. Arranque de la antigua Vía Augusta.
Volviendo a la ciudad actual, al poco de bajar por la calle se abre a nuestra izquierda una callejuela en la que nos habremos de introducir, pues nos lleva hasta el Convento de Santa Marta (*), edificio fundado en la segunda mitad del siglo XV, del que queda un sencillo claustro al que se accede por una hermosa portada con un arco angrelado decorado con cintas entrelazadas y atauriques. Si el exterior presenta muro totalmente ciego, encalado y con algún azulejo conmemorativo, en el interior, y tras el compás, se ve la hermosa portada gótico-renacentista de acceso a la iglesia que Hernán Ruíz el Viejo inventa en 1505. El interesantísimo retablo manierista es obra de Andrés de Ocampo, y las pinturas de Baltasar del Águila.

Compás del Convento de Santa Marta, con la iglesia al fondo.
Volvemos a la calle de San Pablo para continuar nuestro camino hacia el este por la antigua Via Augusta, y al poco, a la derecha una plazuela donde luce con razón la bella portada de la Casa-Palacio de los Orive-Villalones (*), considerada el mejor ejemplo de la arquitectura renacentista de la ciudad. Es obra de Hernán Ruíz el Joven, de 1560, y la compone un dintel con un medallón con una figura femenina, entre acanaladas columnas dóricas, y sobre él ventana a modo de templete decorada con "candelieri". Lo corona un mirador con tres arcos y antepecho ornamentado con espirales. De su interior, la escalera y patios renacentistas. Mantiene este edificio una popular historia de misterio, conocida como la Leyenda de Doña Blanca.

Portada de la Casa-Palacio de los Orive-Villalones (1560)
Por la puerta de uno de sus lados pasamos a unos jardines que se forman en los interiores de las viviendas de toda la manzana. Es el antiguo huerto del convento de San Pablo, pero aún más antiguo es el lugar, pues se trata del punto donde se encontraban las arenas del ya relatado Circo Romano de Corduba, donde se situaría la "spina" que lo partiría en dos de manera longitudinal. En su lado occidental, a la derecha según entramos, que corresponde con la parte trasera de la Iglesia de San Pablo, se encuentra, hoy felizmente recuperada como espacio cultural, la antigua sacristía mayor del convento, obrada en 1580 por Hernán Ruíz III, sin que llegara a terminarla.

Sacristía Mayor de San Pablo, hoy espacio cultural Sala Orive.
Jardines de Orive. Las arenas del Circo de Corduba.
Al salir por la Calle Huerto de Orive, lo estamos probablemente haciendo por una de las puertas principales del Circo de Corduba (¿por qué no?). En la Calle de Pedro López, giramos a la derecha para subir el repecho hasta la altura del edificio que da acceso a la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía, edificación segregada del Convento de San Pablo y que era la que acogía la biblioteca y la casa de novicios, y en la que aún se puede observar alguna que otra portada. Fue Ayuntamiento de la ciudad en los años 80 del siglo XX, mientras se construía el actual.

Antigua portada de la biblioteca y casa de novicios del convento de San Pablo.
Si continuamos por el pasaje peatonal creado en las inmediaciones, nos encontraremos con más restos del antiguo convento.

Restos del antiguo convento de San Pablo en la actual Delegación de Cultura.
Algunos de estos restos continúan siendo utilizados, como las dependencias que a finales del siglo XIX habilitan para su uso los misioneros Hijos del Corazón de María, quienes lo reedifican siguiendo el nuevo estilo neomudéjar imperante.

Edificio neomudéjar de los Hijos del Corazón de María (finales del siglo XIX)
Desde aquí, las vistas son bastante sugerentes, pues ya vemos desde lejos el templo que habremos de encontrar cuando con nuestros pasos dirigidos hacia occidente salgamos de nuevo a la Calle Capitulares para enfrentarnos a la impresionante mole del Templo Romano.

Vistas del Templo Romano desde algún lugar en el que estuvo el Circo Romano.
El Templo Romano (*) que hoy se medio levanta en el centro de la ciudad, fue el resultado de una gran escenificación planificada conjuntamente con el Circo, la Puerta de Roma y la Via Augusta como decorados excepcionales de gran impacto, especialmente para todo aquel que entraba a Córdoba desde el este de la urbe. Hoy la reconstrucción no es fácil, pero ya hay elementos en los que los investigadores y profesionales se pueden basar para ir formando una idea de cómo pudo estar configurada la zona.

Reconstrucción virtual del Templo, Circo y zonas de alrededor.
El Templo Romano de Córdoba, en plena puesta en valor, es un magnífico ejemplo de construcción religiosa dedicada a los dioses mitológicos de época imperial romana. Aunque el alzado de las columnas pertenece a una reconstrucción del siglo XX, lo cierto es que lo que se mantiene originalmente da una idea de unas dimensiones bastante grandes, como la cimentación, la cella y los contrafuertes que lo aguantan al borde de la colina donde comenzaba el Circo. Se trata de un templo hexástilo (con seis columnas en el pórtico) y pseudoperíptero  (con columnas submitidas en los paramentos laterales) de claras intenciones monumentales y estéticas.

Templo Romano de la Calle Claudio Marcelo.
Dejamos atrás el Templo Romano para dirigirnos hacia el sur, por la calle Diario Córdoba, antiguamente llamada de Librerías, por las imprentas y tiendas de libros que en ella hubo, entre ellas las del propio diario que da nombre a la calle, y haciendo esquina con la escalinata de la Calle Tundidores vemos un llamativo edificio regionalista, con su torreón con templete, obra de Azorín Izquierdo.

Edificio de Francisco Azorín Izquierdo.
Continuando por la parte exterior de la muralla romana a la derecha, hoy desaparecida, al menos su parte visible, al poco entramos por ella para subir por las escaleras de la Cuesta de Luján. Se llamó así por ser de nueva apertura en la cerca defensiva y haberla culminado el corregidor Hernando Pérez de Luján en 1537. Sirvió para abrir un nuevo paso entre la Villa (Ciudadela romana y Medina andalusí) y la Ajerquía (Suburbium romano y Al Janib al-Sharquiya andalusí)

Placa conmemorativa de la apertura de la Cuesta de Luján (1537)
Giramos ahora a la izquierda para afrontar el inicio de la Calle Ambrosio de Morales, cuyo suelo ya hemos pisado en recorridos anteriores, hasta llegar a una portada que si nos dejásemos llevar por su aspecto actual no seríamos capaces de ni siquiera intuir que un día fue el Ayuntamiento de la ciudad y que hasta no hace mucho perteneció a la Real Academia de Córdoba. Su portada es del siglo XVI, así como el patio porticado interior y unas ventanas mudéjares que se abren en la muralla romana.

Real Academia de Córdoba (Antiguo Ayuntamiento)
Dejamos atrás el edificio de la Academia llevando nuestros pasos hacia el oeste por la estrecha Calle del Reloj, llamada así por una torreta con reloj que hubo en ella y que tuvieron que trasladar a la Compañía porque era parte de los continuos juegos de pedradas de los chiquillos. Al poco, a la derecha, incluso quizás más estrecha, está la calle que la ciudad dedica a una de las batallas más importantes ocurridas en la época romana, entre Julio César y los hijos de Pompeyo; la Batalla de Munda, un encuentro militar de suma importancia cuya ubicación aún no se conoce, pero que hay quien defiende que ocurrió en los campos de la actual ciudad de Montilla, en la campiña cordobesa.

Al salir de esta estrecha callejuela volveremos a girar a la derecha y otra vez a la izquierda para desembocar de nuevo en una zona cercana al antes comentado Templo Romano. Aquí, una ancha calle nos vuelve a recordar los años finales del siglo XIX y principios del XX en los que la nueva burguesía buscaba espacios urbanos donde desarrollar sus negocios y ubicar sus viviendas. Y se abre esta calle que Córdoba dedica a Marco Claudio Marcelo, el cónsul y pretor fundador del castrum romano en el año 169 antes de nuestra era, y que posteriormente quedaría como ciudadela con el nombre de Corduba.

Sin embargo, y precisamente por ese carácter de novedoso, la Calle de Claudio Marcelo aún la conocen los cordobeses como la Calle Nueva, a pesar de que las primeras obras de apertura, que por cierto rompieron el viario de la ciudad medieval, comenzaron en 1877. De todas formas, las nuevas edificaciones no acaban de levantarse, en algunos casos, hasta casi los años 30 del siglo XX. En esta hermosa calle, eminentemente comercial, se encuentran unas de las mejores muestras del modernismo cordobés, con obras de arquitectos tan aclamados como Adolfo Castiñeyra, Enrique Tienda, Félix Hernández, López Mora o Gonzalo de Quintana. Conviene, al pasear por ella, estar pendiente y alzar la vista para observarlas. De todas ellas cabrían destacar los números 4, 6, 7, 10, 13, 15, 17 y 19, todas ellas realizadas entre 1910 y 1928.

Casas números 4 y 6 de la Calle Claudio Marcelo.
Claudio Marcelo, esquina con García Lovera.
Al final de la Calle Nueva, o de Claudio Marcelo, se llega a la gran plaza que marca el centro sociológico de la ciudad: La Plaza de las Tendillas (*) posee por sí misma elementos suficientes para dedicarle bastantes más líneas que las que aquí van a encontrar. Aunque su existencia se remonta al siglo XV, la actual alineación se debe a la ya comentada reforma interior de recomposición urbanística con fines comerciales y sociales. Acabada de formalizar en 1930, destacan de ella los edificios con soluciones redondeadas en sus esquinas, que le dan carácter propio. El edificio más antiguo es el Instituto Góngora, creado en 1574, pero muy reformado, con capilla barroca de 1714 en su interior y fachada ecléctica que da a la plaza, de 1868, diseñada por Pedro Nolasco Meléndez. Del resto de edificios habría que avisar a la vista las de la Unión y el Fénix, de Benjamín Gutiérrez Prieto (1926); el edificio del Siena, de Aníbal González (1928); la Casa Colomera de Félix Hernández (1928) de influencia borrominesca; o la sede de Telefónica (1926) de Ramón A. Álvarez.

Instituto Góngora (Pedro Nolasco, 1868)
La Unión y el Fénix (Benjamín Gutiérrez, 1926)
Plaza de las Tendillas, vista hacia el oeste.
Dos hitos destacan en esta plaza: por un lado, la estatua ecuestre del Gran Capitán, obra de Mateo Inurria, y por otro el famoso reloj, inaugurado en 1961, y que es parte del patrimonio de esta ciudad, tanto por su estética como por su sonido.

Estatua del Gran Capitán y Reloj de las Tendillas.
Vamos ahora a penetrar unos metros de ida y vuelta por Gondomar, una calle que podría relacionarse con parte del decumano máximo que viniera desde la Puerta de Gallegos, y en esta vía tan comercial, tendríamos que destacar tres edificios: por un lado el modernista edificio la Cafetería la Perla, restaurado en 1992, que hace esquina con la Calle Sevilla, y que al parecer tenía un viejo loro que dio pie a una expresión muy cordobesa para comparar la edad de alguien; el Colegio de la Milagrosa, obra de 1903 del que destaca un relieve también del escultor Inurria, y más adelante la portada del antiguo Palacio del Marqués del Boil, de finales del siglo XVIII y hoy (2016) sede de la Delegación de Hacienda de la Junta de Andalucía. Volvamos a las Tendillas para atravesarla.

Fachada del Palacio del Marqués del Boil (1781)

Abandonamos la Plaza de las Tendillas por la Calle de Duque de Hornachuelos para llegar a la hermosa Plaza de la Compañía (*). Aquí hay varios puntos que son de interés. En una parte más o menos central se colocó en 1736, hecho por Juan Jiménez, un nuevo Triunfo dedicado al Arcángel San Rafael, Custodio católico de la ciudad. En el lado oriental de la plaza, la antigua iglesia de Santo Domingo de Silos es hoy el Archivo Histórico Provincial. De la iglesia medieval, fundada por Fernando III en el siglo XIII solo queda la Capilla de la Concepción, del siglo XIV, con bóveda de crucería gótica, y también la torre exterior, construida en 1762, veinte años antes de la desaparición de la iglesia como parroquia.

Torre de la antigua Iglesia de Santo Domingo y Triunfo de San Rafael.
Justo al otro lado de la plaza se levanta el conjunto de Iglesia y Colegio de la Compañía, cuyas obras comienzan en 1564, aunque luego todo es muy transformado en el siglo XVIII. La sobria fachada de la iglesia es obra de Francisco de Villalpando, y en el interior barroco destacan la bóveda semiesférica con linterna del crucero, los diversos retablos y la imagen yacente del Santo Sepulcro, obra manierista de principios del siglo XVII. En cuanto al colegio sobresalen la ordenada fachada, el patio renacentista y la espectacular escalera barroca (*) de Francisco Hurtado Izquierdo (1701), considerada como el mejor ejemplar barroco de la ciudad.

Fachada de la iglesia y parte del colegio de la Compañía.
En el lado sur, hacia el cual nos dirigimos, se muestra el pórtico hexástilo con frontón triangular de acceso a la Iglesia y Colegio de la Victoria (*), posiblemente la más significativa construcción de arquitectura neoclásica en Córdoba, obra de Baltasar Dreveton. Es uno de los iconos que destacan con claridad en la línea de horizonte que marca la ciudad desde lo lejos, compitiendo con la mismísima Mezquita-Catedral, asomando su impresionante cúpula. El interior es circular, con columnas pareadas sosteniendo un entablamento del que arranca el tambor de la cúpula. Tiene retablo mayor (1780) de Alonso Gómez de Sandoval, y las pinturas que adornan los intercolumnios son de Francisco Agustín Grande y Antonio Monroy.

Al fondo, iglesia de Santa Victoria y a la derecha portada del Colegio de la Compañía.
Por la calle de Santa Victoria, mártir católica de la ciudad, se puede observar mejor la fachada del colegio, que es solo rota por la portada de acceso, con pilastras y balcón con el escudo obispal.

Puerta principal del Colegio de Santa Victoria
La parte final de la calle transforma su nombre para dárselo al político y escritor romántico egabrense Juan Valera. En el encuentro con la calle dedicada a otro político y escritor cordobés, Ángel de Saavedra, Duque de Rivas, del que al principio del recorrido vimos su estatua, una plazuela se ensancha para ofrecer en ella la portada plateresca de la que fuera Casa del Marqués de la Fuensanta del Valle (1551), antigua Casa de Rodrigo Méndez de Sotomayor, y hoy Conservatorio Superior de Música (*). Es una bonita composición con portada adintelada y decoración de galleta y ventana con columnas abalaustradas y decoración de candelieri bajo frontón curvo en forma de venera. Del interior no queda nada antiguo.

Portada plateresca de la Casa del Marqués de la Fuensanta del Valle (1551)
Vamos a subir hacia el norte solo unos metros por la Calle de Jesús y María para encontrarnos con el modernista edificio del Teatro Góngora (*), levantado en 1929 por Luis Gutiérrez Soto, en el solar del antiguo convento de Jesús y María, en un estilo racionalista y regionalista que guarda en su interior una sobria y elegante sala. Su última restauración llama la atención pues muestra su fachada como si estuviera abandonada y con aspecto desaliñado.

Teatro Góngora
Volvemos a la Calle Ángel de Saavedra, dirección sur, para pasar por delante de la Iglesia de Santa Ana y el Palacio Carbonell, comentados en otro recorrido. Dejándolos atrás, giramos a la derecha por la Calle Barroso, llamada hace años de la Pierna por los restos de una estatua romana que hubo en la pared de una casa, y que hoy da nombre a una sin salida que queda a nuestra derecha. Al cabo de unos metros llegaremos a una especie de plazuela donde se ven dos edificios que tienen interés. En la acera norte, la Bodega San Rafael ocupa la antaño Casa de los Velasco, de la que solo quedan los escudos de armas sobre el dintel de la puerta principal y un ajimez de estilo plateresco, muy deteriorado y con sus vanos macizados.

Casa de los Velasco.
En el otro lado de la calle, donde se forma una plazuelilla, en su lateral sur presenta su fachada manierista la conocida como Casa del Aceite, que fuera solariega de los Valenzuela. Es un excelente ejemplo de las casas tardorrenacentistas en la ciudad.

Casa de los Valenzuela (Casa del Aceite)
Avanzando por la Calle Barroso llegaremos a la recoleta Plaza de San Juan, donde la principal construcción que merece resaltar es el alminar califal (*), que perteneció a una antigua mezquita, y que a duras penas sobrevive. Fue construido en el siglo X y en su interior se encuentra una escalera circular en torno a un machón central. Está adosado a la Iglesia de San Juan de los Caballeros y Colegio de las Esclavas del Sagrado Corazón.

Alminar califal (siglo X) y portada de San Juan
Al otro lado de la plaza, frente a la principal de la iglesia de San Juan, una elegante y discreta portada antigua conocida como Casa de los Gramedo.

Casa de los Gramedo.
Continuamos hacia el oeste por la Calle Argote, que por su quebrada fisionomía hubo un tiempo en que se le llamó del Cuerno. Al final de esta estrecha calle desembocaremos en la Plaza de Ramón y Cajal. En ella, unos jardines parecen proteger la estatua del músico Eduardo Lucena, obra de 1926, pero que no fue colocada en su lugar hasta el año 1981: las cosas de Córdoba.

Estatua de Eduardo Lucena (1926)
En el lado norte de la plaza, disfrutamos de la vista de una hermosa fachada manierista de 1589, correspondiente al antiguo Palacio de los Venegas de Henestrosa (*), hoy en día (2016) sede del Gobierno Militar de la provincia. Destacan dos portadas gemelas y los torreones que flanquean el conjunto.

Fachada del Palacio de los Venegas de Henestrosa (1589), hoy Gobierno Militar
Detalle de una de las portadas gemelas del palacio.
En un lateral del edificio, por la calle de San Felipe, se accede a la iglesia u Oratorio de San Felipe Neri, hoy sala de exposiciones, con planta de cruz latina y cúpula en el crucero, con figuras recostadas en los frontones.

Iglesia de San Felipe Neri.
Dejamos la plaza atrás tomando en su lado sur la calle del Tesoro para desembocar en la Plaza de la Trinidad. En esta plaza se hallan dos edificios históricos importantes que merecen la pena comentar. En primer lugar, en su lado oeste, se levanta la fachada de la Iglesia del antiguo convento de la Trinidad. Aunque fuera fundado como convento por Fernando III en el siglo XIII, lo que nos ha llegado es todo obra barroca de principios del siglo XVIII, atribuible a Francisco Hurtado Izquierdo. Destaca la portada de la fachada principal, hecha en 1703, donde por primera vez en Córdoba se usa la columna salomónica, aquí en el segundo cuerpo. Del interior merecen ser nombrados sus retablos barrocos y la manierista imagen del Cristo de la Salud, de 1590.

Iglesia de la Trinidad.
Frente a la iglesia, el edificio de la Escuela de Arte ocupa el Palacio de los Hoces, construido por Pedro Nolasco Meléndez en el siglo XIX sobre un antiguo palacio medieval. Delante de él se encuentra la estatua que el escultor Amadeo Ruíz Olmos realiza en 1967 al poeta cordobés Luis de Góngora y Argote.

Estatua de Luis de Góngora (1967)
Hacia el sur llevaremos nuestros pasos ahora por la Calle de Sánchez de Feria donde pronto nos encontraremos, frente a unos recoletos jardines, con la arcaica puerta de la que fuera Casa de los Guzmán, hoy Archivo Municipal. Su exterior muestra un alfiz de tipo mudéjar, y en su interior, patio con arcos enmarcados y pilares de ladrillo, y en una de sus galerías dos ajimeces (*) de arcos lobulados y decoración de azulejos policromados. La escalera, de 1609, es también muy atractiva.

Portada mudéjar de los Guzmán.
Continuando por la Calle de Sánchez de Feria se llega a una confluencia de calles, la de Fernández Ruano y la Puerta de Almodóvar, ya comentadas en un recorrido anterior. Salimos de la zona hacia el norte por la Calle de Tejón y Marín, teniendo en cuenta que a nuestra izquierda se levantaba la muralla romana, y que parte de la misma muy probablemente se encuentre, en su cimentación al menos, debajo de las construcciones que actualmente la ocultan.

Hemos llegado a la Calle Lope de Hoces, y a nuestra derecha, los restos del antiguo Convento de la Trinidad, y después edificio militar conocido como "La Zona", aún parecen querer permanecer en pie, a pesar de su abandono. Por la izquierda, salimos de la ciudad antigua a través de la que en 1861 se denominó la Puerta de Tetuán, que la formaba una puerta enrejada que hoy no existe, para llegar a los Jardines de la Victoria, que fueron diseñados en 1891 por el arquitecto Pedro Alonso y Gutiérrez. En ellos se encuentran la Caseta del Círculo de la Amistad, levantada en 1918 para que sus socios celebraran en ella la Feria de Mayo, y hoy convertida en mercado gastronómico, y el Kiosko de la Música, para la banda municipal, de Felipe Sainz de Varanda, que lo edifica en 1877. Cercano a él hay una pequeña fuente de principios del siglo XX decorada de estilo modernista, que da un toque casi infantil.

Caseta de Círculo de la Amistad al fondo, Kiosko de la Música a la izquierda y fuente modernista en primer plano.
Fin del tercer capítulo (Colonia Patricia; del anfiteatro al circo), de la serie Conociendo Córdoba.

Recorrido propuesto.
Todas las fotos son del autor, salvo las que oportunamente se indican.