sábado, 18 de enero de 2014

Veure Barcelona

Observar Barcelona... un placer.
Hay en este mundo ciudades históricas y antiguas, modernas y nuevas, ciudades y villas populosas o de decenas de vecinos, villas y pueblos donde el arroyo de aguas cristalinas es el rey, junto a aquel bosque de álamos blancos que, después de amarillear, se desnuda, mostrando su esqueleto majestuoso y blanquecino. Lugares, al fin y al cabo, donde sobreviven personas que forman parte de su entorno y que a veces desconocen, o no quieren asumir, que su entorno es parte de sus vidas.

Ciudades de montaña, ciudades de mar, ciudades de piedra, ciudades de sal. Con fondos azules marinos, con fondos verdosos de montes, con fondos blancos de nieve... Lugares donde vivir, lugares donde amar.

Hoy vengo a mostrar en mi ventana una ciudad con fondos azules, verdosos, blancos, rojos y amarillos. Hoy saco a la red una ciudad para observar, para detenerse a analizar sus contrastes... abierta y al mismo tiempo autocomplaciente, ensimismada, asustada, acobardada por sinergias distintas a su ser, cosmopolita, culturizada, aperturista y aún así cerrada... obligada. Ella lo tiene todo, pero no tiene nada, porque la universalización de los lugares no estará nunca en manos de sus gobernantes, sino en el pueblo que les elige.

Veure Barcelona
Barcelona es una ciudad perfectamente organizada. Su viario urbano es, posiblemente, un ejemplo a seguir para el resto de ciudades del mundo. Ya en el siglo XIX sus urbanistas pensaron con un planteamiento entonces futurista y hoy acertado. Supieron plantear una protección de la zona histórica y un ensanche abierto, con calles anchas, con aceras peatonales amplias, apartando el flujo mecánico de los paseos peatonales, adaptado a su medio ambiente. Calles con lugares de encuentro en sus chaflanes que simulan plazas cada ciertos tramos.

El Ensanche
Si Amílcar Barca la fundó o no es actualmente aún un enigma. En cualquier caso, el emperador Augusto la romanizó creando, como en muchas de las ciudades europeas, el castrum inicial. De aquel pequeño poblado romano de Barcino, lejos hoy en la memoria de los barceloneses, solo les queda algún que otro digno resto que observar.

Necrópolis romana, musealizada (Plaza de la Villa de Madrid)
Restos del acueducto romano en Porta Ferrisa
Saltemos en la Historia, porque la Barcino romana se convierte en la gran urbe que hoy conocemos, a manos de urbanistas y arquitectos emprendedores que se saltan todas las normas del momento. En aquella época, a finales del XIX y principios del XX, con la cosa nacionalista ya refulgiendo, surgen iniciativas para la re-monumentalización de la ciudad. Su gran mentor: Antoni Gaudí.

Gaudí, una persona extremadamente religiosa, llevado por su iniciativa reformadora de los cánones arquitectónicos, y dispuesto a poner todo "patas arriba", inventa la Barcelona actual, imaginativa y geométrica, basada en las formas de la Naturaleza al servicio del disfrute de la vista. Un neobarroco personalizado, con mensajes neocontrarreformistas y al mismo tiempo rompedores, dentro del modernismo. Surge el estilo único e irrepetible, denominado gaudiano, exclusivo de la ciudad de Barcelona.

Ahí nace una nueva ciudad.

Los edificios se retuercen creando nuevas formas que se acercan a las que la Naturaleza y nos lo ofrece gratuitamente pero, en este caso, imaginadas por el ser humano.

La Pedrera
Azotea de La Pedrera
Casa Batlló
Y Gaudí, con el beneplácito de sus gobernantes, se inventa una nueva catedral allá en el ensanche, lejos de la interiormente gótica y exteriormente neogótica, para hacerle competencia. ¿Quién necesitaba una nueva catedral?

Fachada neogótica (Siglo XIX) de la catedral de Barcelona
Porque sí, Barcelona es gaudiana en muchos lugares, pero también es neogótica (siglo XIX), es decir, reconstrucciones regionalistas lejos de la originalidad. Edificios como el Ayuntamiento o el de la Generalitat están reconstruidos basados en el antiguo gótico, sin serlo.

Ayuntamiento de Barcelona
Ayuntamiento de Barcelona
Aún así, bonito.

Pero, llegado a este punto, uno se pregunta... ¿cómo es posible que una ciudad esté aún construyéndose una catedral? ¿es necesario que sea así? ¿qué necesidad hay para el ciudadano? ¿Es entendible que, con la que le está cayendo al de a pie, al que se levanta temprano cada día para ir a trabajar, al que no se levanta para ir a trabajar, al que cuenta su dinero por monedas cobreadas, sacadas de su bolsillo, que quien sea... no voy a especular... tenga aún grúas y andamios en una construcción lejana a las necesidades de las personas, al menos, que le sea útil para sobrevivir? ¿No hay otras cosas en las que gastarse los dineros?

Sin embargo, cuando uno la ve, a pesar de todo,... alucina.

No hay una construcción, religiosa o no, en el mundo que se parezca a esta.

Todo es especial, original, increíble, irrepetible... La catedral inacabada de la Sagrada Familia, con sus andamios, con sus grúas, con sus impersonales entradas para los turistas, con sus iconos religiosos, con su derroche, con su incomprensible estupidez... Todo ello, absolutamente todo ello, se olvida cuando uno entra en el templo y observa la luz, las formas, los colores, la imaginación del artista, uno queda anestesiado, y cuando sale de allí, posiblemente drogado por la belleza, pide perdón por no comprender.

Interior de la catedral de la Sagrada Familia
No voy a poner más fotos de la Sagrada Familia... no me atrevo.

Pero, si la Sagrada Familia de Barcelona es un lugar único y espectacular, también lo es el Parque Güell, hijo del mismo artista...

Parque Güell (Antoni Gaudí)
...pero yo me voy a quedar, como admirador de la Historia que soy, con un edificio más antiguo y, permítaseme, más auténtico (o no, qué más da). La verdad es que vengo absolutamente enamorado de esta construcción porque me parece igual de original que la Sagrada Familia pero más antigua, y construida con menos medios, o al menos más precarios. La esbeltez de sus columnas, el gracejo de su fachada, la magnificiencia de su planta, la altivez de sus torres...

De Barcelona, yo me quedo con la Iglesia de Santa María del Mar.

Fachada de Santa María del Mar
Interior de Santa María del Mar
Pero Barcelona tiene mucho más que ver, mucho más de que disfrutar y mucho más por descubrir. No hay espacio aquí, en este blog.



PD. Se ve que aquí también tienen influencias andalusíes, con arcos con dovelas rojiblancas como las de la Mezquita de Córdoba.