domingo, 28 de agosto de 2011

La piscina del califa


Aprovechando que mi inseparable amigo, el Reloj de las Tendillas, me está dejando unos días para decidir por mí mismo qué hacer al levantarme cada mañana, sin dejar de cumplir con mis obligaciones de padre y esposo, y por supuesto siendo fiel a mi "extraña" promesa de, aprovechando estos momentos de solaz y libertad vigilada, visitar cada período vacacional el lugar que más me emociona y suscita, como es el conjunto arqueológico de Madinat al-Zahra, puse rumbo hacia él el pasado sábado 27 de agosto, dispuesto a disfrutar de imágenes ya pre-grabadas en mi cerebro, refrescando la memoria, y, ¿qué duda cabe? con el gatillo crítico apuntando directamente a las obras de restauración-remodelación que se están llevando a cabo en la zona más VIP de la siempre hermosa ciudad palatina califal.

Y allí me planté, cámara en ristre, gafas de sol, pantalón cortito, zapatillas de deporte, camiseta fresquita, y unas ganas tremendas de volver a pasear por esos recovecos y callejones de piedra, y asomarme a las terrazas que nos muestran, a pesar de estas fechas de temperaturas tan extremas, la imponente riqueza paisajística de la Vega del Guadalquivir.

Muchos de mis allegados se sorprenden de que lo que a mí me emociona de este monumento o lugar arqueológico, no suele resultar demasiado espectacular o estéticamente atractivo, sino más bien lo contrario. Y yo también me lo pregunto, pero no puedo remediar que me atraigan más esos rinconcitos apartados, muchas veces fuera de las rutas de visitas, y que me invitan a pensar o a imaginar cómo pudieron ser las vidas de las personas que habitaron estos espacios.

Rinconcillos como este...

O como este...



... sin decoración de ningún tipo, sin columnas espectaculares o atauriques demoledores. Lugares que uno no termina de sacar en conclusión si se trata de una calle o de una vivienda... En fin, si es que soy así... Tengo bastantes fotos de estos recovecos que todavía no son visitables, y algún día me atreveré a hacer una entrada en la que mostrar al mundo todo lo que todavía no nos enseñan. Lo prometo por Esnupi.

Como decía, cogí el primer autobús que subía (por las calores, ya me entienden) y me perdí entre sus piedras con parsimonia, observando de cerca los paramentos y soleras, agachándome para verlos bien, e imaginando con mi mentalidad romántica, como un amigo mío me clasificó acertadamente no hace mucho, y pensando en los olores y en la luz que habría en tal o cual estancia, las gentes que se moverían en ellas y con motivo de qué. Vamos, una especie de autonovelilla histórica para mi propio deleite.



Pero una vez que llegué al lugar donde llevan meses en obras, a la zona caliente...



... me sobresaltó esa vena crítica y periodística que todos llevamos dentro, y el romanticismo se fue al carajo en cuestión de segundos.

Lo primero que me pasó por la cabeza fue intentar adivinar lo que pensarían los turistas que vinieran desde lejos, muy lejos (que los había) cuando llegaran a esta zona, la más atractiva de todo lo excavado y restaurado hasta ahora, y se encontraran con tanto hierro formando escaleras y vallas.

Los dientes me chirriaron al comprobar que en el jardín todavía se encuentran apiladas entre sus parterres las piezas encontradas en estas décadas, a pesar de que ya se dispone, teóricamente, de un lugar para el almacenamiento adecuado, clasificación y estudio.



¿Qué pasa? ¿Que no hay científicos y arqueólogos en esta ciudad... o mejor en el mundo... capaces o dispuestos a realizar este trabajo? ¿Vamos, después de habernos gastado una pasta en el museo, a permitir que estas piezas se sigan deteriorando por la erosión de su exposición al sol y la lluvia? ¿Vamos a esperar a que no sean legibles? No sé si estoy diciendo una tontería, pero esto es lo primero que pensaba yo que se iba a retirar, estudiar y proteger cuando se construyera la nueva sede. Quizás sea demasiado inocente...

Pero lo peor estaba por venir.

Quiero dejar un margen de confianza a quienes están realizando el trabajo, pero en principio, lo que he visto no me gusta nada de nada.

Un cartel anuncia la impermeabilización de la alberca que hay entre el Salón de Abd al-Rahmán y el pabellón central, para poder llenarlo de agua. Y llego y me encuentro con esto...


¡Una tubería gordísima de PVC casi a ras de la alberca!  Y unos tubos de hierro que sobresalen, y una especie de motorcillo también arriba... No pude menos que acordarme de la entrada que  Jerónimo_Sánchez nos aportó allá por el mes de marzo, dando la alerta por este asunto. ¿Serán capaces de dejar esto tal cual y llenarlo de agua? ¿Serán capaces de poner en el hierrecillo ese que sobresale alguna figurilla parecida al cervatillo para que suelte agua? A lo mejor hasta queda bien, pero en principio, yo lo dudo.

Pero, ¿es que están construyéndole al califa una piscina?...



Esperemos que todo no sea tan grave como parece.

viernes, 19 de agosto de 2011

Neofeudalismo "Made in UK"

En mi última entrada habíamos dejado a los ingleses huyendo de la trampa montada por las tropas borriqueras escocesas en los alrededores del puente, río, colina y castillo de Stirling, y a un William Wallace observando desde su colina la victoria que le daría renombre.

Como epílogo de aquella, y al mismo tiempo introducción de esta nueva entrada, contar que a consecuencia del encuentro militar, los ingleses abandonaron el castillo de Stirling y, reculando, atravesaron las "borders" (frontera) para recolocarse por Yorkshire y preparar otra arremetida más, vengadora de la humillación sufrida. El rey inglés, Eduardo I, firmó un armisticio con los franceses con la intención de dedicarse a los asuntos más domésticos "internos" y así recuperar a sus tropas de élite, especialmente a sus arqueros y lanceros. También pactó con los galeses para que les proporcionaran sus temidos arqueros de tiro largo y descomunal inhumanidad de sus soldados.

La cita fue, un año después, en Falkirk, a unos 15 kilómetros al sur de la última derrota, pero esta vez, a campo abierto, sin bosques, ríos, colinas, castillos o puentes alrededor. Es decir, el lugar idóneo para un gran estratega como era el rey inglés. Los escoceses, altos de moral, aún siendo inferiores, entraron al trapo, y basándose en su "nueva arma", la lanza larga hecha con la madera de los bosques escoceses, y que evitaba el enfrentamiento cuerpo a cuerpo, se dispusieron a dejarse la piel en el campo de batalla. Pero al rey solo le bastaron unas horas para aniquilar a sus enemigos, haciendo alarde de estrategia, y no vacilando al usar los arcos y flechas, aún sabiendo las bajas que causaría en sus propios hombres. Todo por la victoria, ¿qué más dan unas vidas más que menos? Wallace logró huir, pero fue el principio de su fin y acabó descuartizado y sus trozos repartidos por muchos lugares de la zona, algo después.



Lo que pudo ser un paseo por Escocia se convirtió en la nada, porque la política de Wallace, de quemar campos y reducir recursos en la retaguardia provocó el estancamiento de las tropas del rey inglés, que no se atrevió a avanzar al no poder alimentar a sus tropas. Y sobre todo, porque los caballeros feudales, "dueños" de ejércitos, se negaron a prestar ayuda al rey si no se les garantizaba el abastecimiento y aumentaban su poder y sus posesiones. Así que el rey se vio obligado a retirarse y ceder a las presiones de sus duques, condes y marqueses, los verdaderos poderosos de la época. Y aunque parezca mentira, todavía existen...

Y quiero mostrar algunos ejemplos, especialmente siguiendo la ruta de algunos de sus castillos.

Hasta hace muy pocos meses, el Duque de Northumberland habitaba todavía su castillo, situado en la ciudad de Alnwick. En su biblioteca particular, de dos pisos de alto y tantos metros cuadrados como una cancha de baloncesto, o más, aún se puede ver una televisión de plasma y un DVD, muestra de su actividad dentro de él. Lo cedió para que fuera visitable, aunque aún tiene la opción de usarlo de forma particular cuando le apetezca, como hizo para la boda de su hija, cuyas fotos inundan una sala del castillo. También, en otra sala, se puede escuchar un discurso del propio duque exaltando las virtudes de su cesión al Estado. El castillo ha servido de localización para películas como Robin Hood o Harry Potter, y seguro que se ha llevado una pasta por ello; ni lo dudo.



Más al norte, en Perthshire hay dos castillos que llaman la atención: Doune y Blair.

Doune es un pueblecito precioso, rodeado de bosques, praderas y campos cultivados, y al que roza el río Teith. Tiene un castillo de esos que se hacen en la playa con el cubito, la pala y el rastrillo, y actualmente en plena restauración, puesta en valor y musealización. La vista del pueblo desde las azoteas del castillo es esta:


Y del castillo en sí, por su entrada, esta vista:


En este castillo se rodaron escenas de la película de los Monty_Python , Los_Caballeros_De_La_Mesa_Cuadrada   un film de humor británico, que todos sabemos cómo se las gastan.

Pero volviendo a hacer referencia a lo del título de esta entrada, que pretende actualizar o llevar al conocimiento de todo el que la lea, la nueva presión feudal (bancos aparte), no deja de ser llamativo el saber que esos hermosos campos que rodean tanto el castillo como la ciudad de la que hablamos pertenecen, por herencia, a la (God Save The Queen) Reina Isabel de Inglaterra. Y no; no estoy diciendo que pertenezca al Estado o a la Corona, sino a la propia reina, a ella misma. Sí, como suena. Es como el que tiene una camisa o una falda en el armario y la usa o desusa como le viene en gana. Y ahí no queda todo: esas tierras las trabajan agricultores que les sacan provecho con la soja o el algodón, pero las tierras no son suyas. La reina se las tiene arrendadas, y cada mes deben pagar su cuota, tanto del arrendamiento en sí, como del producto final que sacan. ¿Los beneficios?... No pienso escribir más, pues me duele.

¿Es o no es esto neofeudalismo?

El otro de los castillos no se queda atrás. El castillo de Blair se encuentra a unos 50 kilómetros de Perth ("la hermosa ciudad" en gaélico), capital del ducado, condado o marquesado, homólogo de provincia en España, y con no más de 50.000 habitantes. De él sobresalen dos cosas:

La primera, que es un castillo pintado de blanco entre tanta pradera verde y piedra volcánica. El motivo es que el Duque de Atholl, cuyo descendiente no vive actualmente en Europa, quiso que todo el que pasara por el lugar supiera que era "SU" castillo, y se encontraba en "SU" territorio, y que tuviera cuidado con lo que se le ocurría hacer.


Lo segundo que llama la atención es que todavía hoy, en el año 2011, este señor, el Duque de Atholl, es el único Señor Feudal en Europa al que se le permite tener su propio ejército particular. Se dice que mantiene unas cien unidades militares en su casa, aunque algunos apuntan a que son bastante más. Me pregunto si aún les abastece con armas de la edad media o si ya les ha permitido el uso de armas de destrucción masiva. A saber... No llegamos a visitar este castillo, y la imagen que he colocado es de la Wikipedia, pero lo pudimos ver desde la carretera, y doy fe de que la construcción sobresale entre tanto campo verde y bosques de pinos.

Podríamos hacer lo mismo con nuestro cordobés Castillo de la Isabela, eso sí, sin duques ni ejércitos que lo ocupen.

No quiero dejar atrás un repasito al castillo de la ciudad (antes burgo) de Stirling, aunque no tenga nada que ver con la entrada que aquí se da. Muy parecido al de Edimburgo, el castillo de Stirling sobresale, sobre todo, porque es muy familiar, y los niños disfrutan disfrazándose o intentando acertar juegos con la historia, su restaurante (restaurante es un decir...) es muy completo, las vistas preciosas, sus distintos museos atractivos e ilustrativos, y además... ¡nos hizo sol!



Por último, no quiero dejar aparte la ciudad de Edimburgo, aunque su castillo haya dejado de ser lugar feudalista por excelencia para convertirse en un soso ejemplo de lo que no debe hacerse con un monumento de tanta historia y relevancia. Sus museos son fríos, aburridos, llenos de espadas y trajes de soldados, y aunque tienen una preciosa plaza de armas...



...en uno de sus laterales se abre una puerta que da entrada a un edificio insulso y militarizado que se supone es homenaje a los soldados caídos por Escocia (uno más) y que muy bien podría pasar por la intendencia del Cuartel de La Reina o de Alfonso XII, con sus pros y sus contras.

Pero justo al otro lado de la ciudad, una milla escocesa hacia el este, bajando desde el castillo por la Royal_Mile se sitúa, justo al lado del nuevo Parlamento Escocés (obra de arquitecto español) la que llaman Holyroodhouse, y que es, ni más ni menos, que uno de esos palacios que se reparten por el Reino Unido, y que pertenecen a la God_Save_The_Queen Reina de Inglaterra.



No sé si la Reina ha tenido o no algún que otro orgasmo en este lugar, pero, desde luego, el lugar, tanto en interiores como en exteriores, se presta. Si no es así, ella se lo ha perdido...



El caso es que los escoceses en general, y los edimburgueses en particular, no ven con buenos ojos que esta señora venga cada año a ocupar este palacio durante una semana en el mes de julio: los trabajadores del palacio dejan de hacerlo, y por lo tanto, de cobrar sus emolumentos; los sistemas de seguridad acorralan a los ciudadanos y turistas prohibiéndoles la estancia en lugares; y a la gran mayoría les importa "un huevo" la llegada de la parafernalia inglesa. En fin, que prefieren que no venga.

Pero esta señora insiste en demostrar quién es la dueña de todo esto:


En cualquier caso, y para terminar y no aburrir más, decir que hemos hecho a Escocia un viaje precioso, del que nunca nos vamos a olvidar, que nos han dejado imágenes inolvidables y distintas de lo que habitualmente vemos (que no son menos inolvidables) como la que quiero dejar al final de esta entrada. Esta imagen resume lo que, paisajísticamente son las "Islas", un paraíso verde que nadie debería perderse.

Gracias "Alba" (Escocia en gaélico) por dejarnos disfrutarlo.


domingo, 14 de agosto de 2011

La batalla de Stirling (Escocia)

En esta segunda entrega de nuestras vivencias en el país de la hierba y la lluvia, he querido dar un salto en el tiempo hacia la Edad Media para revivir un momento épico del nacionalismo escocés, y que viene a ser algo así como, valgan las diferencias, el dos de mayo español.

Me ha sorprendido, y no gratamente, la exaltación nacionalista de los escoceses. Mira tú por donde, yo pensaba que estaban más apegados a su Reino Unido de lo que realmente están. Tanto es así que uno de los guías nativos que nos llevó por las "Borders" y las "Lowlands" no dejaba de soltar "jokes" e historias que sonaban a sorna y jocosidad hacia los ingleses y nos dijo que esperan que en no más de dos o tres años Escocia se habrá desligado de la (God Save de Queen) Reina Isabel y se convertirán en Estado independiente. Y digo que no me fue grato conocerlo porque esto no deja de ser una frontera más en este mundo de líneas, rayas y muros. En fin, ellos sabrán... ¿o no?

Viajando en tren desde Waverly Station, en Edimburgo, nos plantamos en un icono del nacionalismo escocés: la ciudad de Stirling: Un burgo (ciudad desde 2002) que fue escenario de una de las batallas más famosas de la Historia, en mayúsculas.

Esta es una de las calles de Stirling, un lugar precioso, con un casco antiguo cuidado y preparado para sus visitantes.


Ya que tenemos el lugar, es hora de situarse en el tiempo, porque la Historia es eso: tiempo pasado, siempre presente, y guía para nuestro futuro. ¿Hay alguien que recuerde con especial intensidad el día 11 de septiembre? Supongo que sí. Bueno, pues ese día, pero el año de Nuestro Señor de 1297. Seguro que llovía, o al menos nubes algodonosas.

Robert The Bruce era considerado el Rey de Escocia desde hacía algunos años, pero la presión inglesa le hizo ser leal a Inglaterra a cambio de mantener sus derechos: cosas de los señores feudales. Mientras tanto, un sentimiento nacionalista se iba forjando en los clanes de las Highlands, que repudiaban la presión fiscal a la que estaban sometidos y nació el patriotismo escocés, que pronto caló en las entretelas de los nativos.

El Rey Eduardo de Inglaterra se propuso someter a estos nacionalistas de las montañas y ocupó las Highlands (tierras montañosas del norte), retirándose después hacia las Lowlands (la campiña), habiendo dejado su impronta y demostrando quién es el que mandaba.

William Wallace, hijo de ese nacionalismo escocés, no era considerado un jefe o caudillo militar especialmente peligroso, y ni siquiera el propio rey escocés, Robert The Bruce, lo tenía en estima. Era más bien una especie de bandolerillo porculero. Así que el rey inglés envió a la mayoría de su ejército a su guerra particular con Francia y dejó aparte los problemas con Escocia.

No os engañéis, y si habéis visto la película Braveheart que sepáis que quien realmente era ese corazón valiente era el propio rey Robert I The Bruce, quien, según parece, tuvo la osadía de matar a alguien en lugar sagrado (una iglesia), y por ello fue excomulgado. Su catolicismo exagerado le hizo pedir en el lecho de muerte, por la peste, a su lugarteniente de mayor confianza que le jurara que, para resarcir dicho pecado, llevaría su corazón a tierra santa. Su lugarteniente, acorralado en una batalla contra los andalusíes en España, lanzó el corazón de su señor hacia las tropas andaluzas gritando: "Go ahead, braveheart!" y cuando uno de los jefes andalusíes, después de su victoriosa batalla, preguntó el motivo de su grito, y se lo explicaron, ordenó que dicho corazón fuera llevado de vuelta a Escocia y enterrado en lugar sagrado, como correspondía a alguien que buscaba su redención. Parece ser que se enterró en la abadía de Melrose.


Tampoco el aspecto de Wallace en la película "Braveheart" es el que tenía en realidad.

Wallace no vivía en las Highlands (montañas) sino en las Lowlands (campiña). No vestía con kilt ni se pintaba la cara. Era una persona más bien acomodada, con tierras y beneficios. Medía casi dos metros (Mel Gibson no le llegaría ni a los pezones), y tanto es así que su espada tenía más de metro y medio de longitud, y no era por aparentar, sino porque su estatura lo requería. Tampoco llevaba melena a lo RosendoMercado, ni nada parecido, sino más bien cubiertito, por la lluvia de agua y de flechas; más o menos así:


Ni feo, ni guapo, ni todo lo contrario.

Dicho esto, vamos al lío: La Batalla de Stirling.

Los ingleses tenían tomado el castillo del burgo de Stirling, y William Wallace se hizo con una colina más allá del río Forth (hoy con su monumento correspondiente), detrás del único puente en cientos de millas alrededor y rodeados de frondosos bosques, hoy desaparecidos.


Esta sería la vista que tendrían los ingleses desde el castillo (monumento aparte y con más frondosidad de bosques)


Y esta la que tendrían los escoceses desde el puente (entonces de madera):



Y esta es la situación estratégica de las tropas de ambos contendientes:



Los escoceses reparten sus tropas en la colina, y fabrican con la madera que le dan los bosques largas lanzas para su defensa. Moray esconde su caballería detrás de uno de los bosques y esperan... Wallace propone esperar al ataque inglés en lugar de salir de su guarida y para incitarlos, los escoceses les gritan improperios, enseñan sus culos y tocan sus gaitas que, para los ingleses, suponen un ruído ensordecedor y endemoniado, pues significa el sonido de la victoria escocesa. Wallace arenga a sus tropas, y desde ese momento, la suerte está echada... y habrá muchas bajas... muertes... pero a nadie le importan esas muertes... como siempre... aún hoy.

http://www.youtube.com/watch?v=KdDMET_O-tw

El ejército inglés, con la testosterona saliéndosele de las orejas, inicia el avance hacia la colina maldita de los escoceses, después de haber enviado a un par de monjes a parlamentar, y que no lograron la rendición. Alentados por el encendido Cressingham, el ejército inglés avanza hacia la ratonera preparada por los escoceses. Unos 25.000 infantes y 600 caballeros ingleses buscan la escaramuza con los 7.000 infantes y 150 caballeros escoceses que les esperan.



Mientras los ingleses se atascan al pasar por el puente de madera, Moray dirige sus caballos escoceses hacia la cabecera del puente para partir al ejército inglés en dos. Cuando la mitad de la infantería inglesa ha atravesado ya el puente y se despliega en la ribera izquierda del río Forth, Moray inicia el ataque desde detrás del bosque de pinos caledonios y tapona la salida de los caballeros armados.

Wallace despliega a sus soldados desde la colina, empujando a los ingleses contra el río, mientras Moray sigue taponando el puente y parte de sus caballeros acorralan a la infantería inglesa en el lóbulo que forma el río.



Los escoceses, con las largas lanzas que les han suministrado los bosques, evitan el enfrentamiento directo con las espadas inglesas y solo tienen que empujar a los infantes y caballeros hacia el río, adonde caen estrepitosamente, ahogándose por su propio peso. Los que se salvan huyen a través de los vados, por los campos y bosques, pero allí encuentran a una población de aldeanos hartos de la presión fiscal inglesa, que los degüellan y tiran al río.

El tapón formado por Moray en el puente hace que las tropas inglesas se condensen sobre el mismo, y que este termine cediendo, rompiéndose en mil pedazos. Los que no tienen armadura logran sobrevivir y huir hacia el castillo, pero los que llevan el equipo completo se hunden en las aguas del río Forth.




La masacre se ha consumado. Moray forma una línea de caballeros en el puente, por si las moscas, mientras detrás suya las gaitas tocan a victoria que a los ingleses les suena a infierno; Wallace ha vuelto a la colina refugio para observar desde las alturas su victoria; los ingleses se hunden en el Forth, ahogados por su propia prepotencia, y los aldeanos de los alrededores gritan victoriosos, pensando que ha llegado su liberación, esa que nunca llega mientras existan señores feudales que marcan los tiempos y las formas.
Hoy honran esa victoria con un monumento, orgullo de los escoceses, que no deja de ser un monumento a una masacre más de personas, seres vivos, que se ven sometidos a los deseos de quienes se creen con derecho a dirigir vidas... y muertes.



Valga esta entrada para honrar... no a quien dirigió a sus tropas, sino a ellas mismas: Gente humilde, que eligió alistarse para sobrevivir, y que se vió envuelta en algo que no sabía de qué iba, pero le daba de comer, y techo para dormir. Hoy, con el tiempo, no nos hacemos una idea de lo que aquello debió suponer para alguien que intenta sobrevivir. Por eso, este monumento que hoy adorna el horizonte de Escocia, y dedicado a uno de sus dirigentes, yo lo quiero convertir en el Monumento a los que murieron sin saber por qué, ya sea hundiéndose en el río Forth o atravesados por las espadas inglesas.

Aprendamos de esto, y olvidemos los nacionalismos absurdos que solo nos pueden traer desgracias. Hagamos de nuestro mundo un lugar para todos, y dejemos los colores de las banderas para el pasado, inolvidable pasado, que nos marca la senda de nuestro futuro.

sábado, 13 de agosto de 2011

Edimburgo, una ciudad de cuento

Las imágenes de Escocia están aún calientes en mi mente, y todavía, al cerrar los ojos, las praderas verdes y los bosques de pinos caledonios, canadienses y escandinavos se asoman a mis entendederas rezumando olor a humedad y sonidos de hojas de copas de árboles rozándose entre sí al albor de la borrasca venidera apoyada por las olas del Mar del Norte.

Hemos hecho un viaje a estas tierras bendecidas por la hierba y lo quiero compartir con quien quiera saber de estos lares de latitudes nórdicas, forma de vida sajona e influencia irlandesa latina.

Haré una serie de entradas en este blog, con diferentes temas para que, quien lo lea, sea capaz de hacerse una idea de lo que allí se cuece, de su vida, su historia y sus costumbres, y que pueda conocer un pueblo tan distinto, pero al mismo tiempo tan cercano en los avatares del vivir día a día, aunque lo hayamos visto desde una perspectiva más turística que realista. Hay mucho que contar, pero quiero empezar por la ciudad que nos ha dado su cama, su amanecer, su suelo, su comida y su techo: Edimburgo, una ciudad de cuento.

Pero no voy a caer en la tentación de contar ese cuento que conserva la ciudad, sino que voy a ser crítico, muy crítico, porque la ciudad de cuento está al alcance de todos, pero sus carencias, que siempre se esconden, no son siempre mostradas al mundo, y es ahí a donde quiero llegar; a la ciudad real, y no la mítica.

Edimburgo o Edinburgh (pronúnciese "Edinbrha'aoh") es una ciudad de menos de medio millón de habitantes y que conserva unas edificaciones propias de un país de cuento, como ya he comentado anteriormente, construídas con piedra volcánica rica en minerales que con el tiempo se oxidan y dan a los edificios una apariencia oscura, que muchos confunden con suciedad.


La ciudad se asienta en una colina que yo he sacado en conclusión que podría perfectamente ser como el esqueleto erecto de un caballo al que se le han cortado las patas y parte del bajo lomo. Imagínense dicho esqueleto apoyado en suelo plano. La cabeza sería el castillo, la espina dorsal la calle principal que ellos llaman Royal Mile (tiene una milla escocesa de longitud) y en la cola el Palacio de Holyrood, casa feudal aún en vigor. Hacia los laterales, en la grupa de dicho caballo imaginario, caerían los callejones a modo de costillas, y que ellos llaman "Close". La mayoría de estos callejones fueron anulados o sepultados en los siglos dieciocho y diecinueve, algunos de ellos mantenidos en los cimientos de las nuevas construcciones, y visitables. Para salvar los desniveles construyeron el el XIX tres puentes: North Bridge, South Bridge y George IV Bridge, que "saltan" hacia la New Town y conectan la "espina dorsal del caballo" con las zonas bajas.



Edimburgo es una ciudad de cuento...



Pero Edimburgo es una ciudad encorsetada por el tráfico. Solo existen un par de calles semi-peatonales en la zona de la New Town, la zona comercial por excelencia. En la parte antigua pueden los coches llegar hasta la mismísima puerta del castillo o hasta la mismísima puerta de la Holyroodhouse: ¡Horroroso!



Y los peatones tienen que pulsar en los semáforos para cruzar, y no tienen más de tres segundos... ¡lo juro!

Durante todo el mes de agosto tienen su Fringe Festival, que es una especie de "barra libre" cultural en el que se forman grupos para realizar sus "performances" ya sean en la calle o en pubs o lugares públicos abiertos. Algunos con mejor fortuna...


...que otros...


¡Lo que les cuesta a esta familia aplaudir!... Será por el frío y la lluvia... Digo yo.

Escocia es el país del güisqui, y de la cerveza... pero no... no se le ocurra sentarse en una terraza o meterse en el interior de un pub si es que tiene niños: "Children are not allowed". Como lo oye.

Jamás me han echado en mi vida de ningún lugar público, pero durante estos siete u ocho días en Escocia me han echado de... ¡seis lugares públicos!... ¿por qué?: Por ir acompañado de niños... Sí, como lo lee: ¡No se permiten niños en los bares, restaurantes y pubs!

Me han echado de aquí...


...y de aquí...


...y de otros sitios más. ¿Motivo?: Que llevábamos nuestros hijos menores de edad.

Me informé hablando un rato con uno de los camareros de estos restaurantes y me dijo que el gobierno les obliga a que cuando se entra en estos sitios con menores es obligatorio comer, para que los niños no aprendan a beber solo en los bares. Luego también me informé por otras vías del motivo: Es debido a la alta densidad de alcoholismo en la población escocesa, y están poniendo trabas a la juventud. Sin embargo, a mi entender, no están teniendo en cuenta que están obligando a la juventud a comer en lugares de comida basura, como Fish and Chips o Hamburgueserías (donde no se vende alcohol), y fomentan el consumo en la calle, donde se pueden ver personas altamente alcoholizadas, buscando broncas y armando líos. Yo saco mi propia conclusión: Los niños no son rentables en los restaurantes, porque no comen platos de 12 o 14 libras, sino que se conforman con menos, o incluso comparten los platos. Así que aprovechan la circunstancia y la ley para decirnos: "I am afraid, but we do not serve to families: Better go to another place".

Probablemente no han tenido en cuenta la educación, y los colegios que nacieron en el XIX para educar niños con pocas posibilidades económicas, los han covertido hoy en colegios de élite, donde solo las Libras Esterlinas, con o sin la imagen de la Reina Isabel, tienen las puertas abiertas a una educación de calidad.


En cualquier caso, fuimos a Escocia a conocer su cultura, gastronomía, y forma de vivir, así que no caímos en la tentación...

... Porque, al fin y al cabo, Edimburgo no deja de ser una ciudad... "de cuento"...